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En los últimos años, las noticias relacionadas con el medio ambiente están cobrando mucho protagonismo, pues las consecuencias de la degradación de nuestro entorno son cada vez más tangibles: mares inundados de plástico, problemas de contaminación y ruido en las grandes ciudades, extinción de especies y, por supuesto, el ya ineludible cambio climático.
Desde la Revolución Industrial, la emisión de gases con efecto invernadero se ha disparado, y el calentamiento global es imparable. Ya tenemos una fecha tope, marcada por la ONU: 2030, once años para mitigar el cambio climático; y una cifra: 1,5°C, que es la temperatura que no debemos superar con respecto a los niveles preindustriales si queremos seguir viviendo con dignidad – o, simplemente, viviendo- en nuestro planeta.
A la vista de todo esto, parece inevitable caer en la depresión o en el derrotismo, cerrar los ojos a la realidad y no querer conocer la actualidad medioambiental, pensando que no hay nada que hacer. Sin embargo, una mirada a nuestra historia más reciente nos da muchos motivos para el optimismo y para creer que, con voluntad, se pueden hacer las cosas de otra manera.