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Respuesta dada por:
2
Se le acercó un leproso y le suplicó de rodillas:
—Si quieres, puedes limpiarme.
Jesús se compadeció, extendió la mano, le tocó y le dijo:
—Quiero, queda limpio.
Al instante le desapareció la lepra y quedó limpio. Entonces lo despidió, advirtiéndole severamente:
—No se lo digas a nadie; vete, preséntate al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que conste contra ellos.
Él, sin embargo, tan pronto como se fue, se puso a divulgar a voces lo ocurrido, de modo que Jesús no podía ya entrar abiertamente en ninguna ciudad.
Tenía que quedarse fuera, en lugares despoblados, y aun así seguían acudiendo a él de todas partes.
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