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El compromiso con la justicia en el servicio vicenciano: una realidad de la fe No se puede servir a los pobres, si al mismo tiempo no se lucha contra su pobreza y la causa profunda que la genera: la desigualdad injusta. Esta perogrullada ha sido y sigue siendo olvidada con demasiada frecuencia por los creyentes. Semejante olvido equivale para Vicente de Paúl a dejar de ser cristiano: «ver a alguien que sufre y no participar con él en su miseria, es ser cristiano en pintura, no tener humanidad, ser peor que las bestias».
Vicente de Paúl llega a hacer esta afirmación después de haber constatado la miseria del pueblo y haber interpretado esta miseria a la luz de Cristo evangelizador de los pobres. Puesto que Cristo ha sido enviado por el Padre para decir que «el Reino de Dios está cerca y es para los pobres»», ¿cómo es posible que el pueblo viva en esta terrible miseria? Este interrogante le lleva a exclamar:
Si existe una religión verdadera!». Que es tanto como hacer surgir la pregunta inquietante: ¿dónde está el Dios de Jesucristo? ¿Hl Dios que se ha constituido en defensor de los pobres y va a transformar su situación instaurando un Reino de justicia, de solidaridad, de amor? A una pregunta así no es cuestión de contestarla con teorías, con verdades abstractas. La única respuesta posible es, y así lo entendió Vicente de Paúl, asumir y hacer asumir a otros, con su vida el compromiso con la justicia en favor de los pobres, la solidaridad con ellos, la protesta contra su pobreza. Este cristiano lúcido nos confesará al final de su vida, el 6 de diciembre de 1658, que la única respuesta posible es «hacer todas las cosas predichas y figuradas por los profetas, hacer efectivo el Evangelio»». Vicente de Paúl comenzó a realizar el contenido de esta afirmación cuando empezó a poner en marcha, el año 1617, un completo sistema de acción social que todavía hoy a muchos les parece revolucionario.
El fundador de las «Caridades», de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad no intenta con ello proponer un proyecto político. Sin embargo, a través de su actuación y de su doctrina deja entrever que la caridad es la única ley para construir la vida de la sociedad en la solidaridad y en la equidad. Y ello por la incapacidad de la sociedad para realizar la justicia en la repartición de los bienes necesarios para vivir. Para él, y así lo proclama y enseña, la función de la caridad es compensar las deficiencias y los estragos de la práctica político-social de su tiempo. A través de la práctica de la caridad, trata de articular, tan rigurosamente como es posible, la relación a Dios y la construcción de una sociedad más solidaria y más justa con los pobres. En definitiva, busca negociar con la sociedad, a través de la caridad, la redistribución de recursos que pueda hacer necesaria la coexistencia imposible de ricos y pobres.
El compromiso con la justicia en el servicio vicenciano: una exigencia de la fe vivida en la responsabilidad social
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