Ayudenme por fabor es de el cuento de joichi el desorejado de elsa bornemann
Respuestas
Respuesta:
lo siento por no poder ayudarte pero no el cuento
Respuesta:
Hace mucho, mucho tiempo —tanto como ochocientos años— existían
en Japón dos podero sas familias aristocráticas y militares, dos clanes guerreros
rivales. Los dos se consideraban muy importantes, porque decían que eran
descendien tes de antiguos emperadores. Los dos se llevaban como perro y
gato, ya que ambos querían dominar —por su cuenta— todas y cada una de las
distintas zonas japonesas.
Uno de estos clanes, respondía al nombre de "Los Taira" y eran muy
bravos.
El otro, se conocía como "Los Minamoto" y también eran muy bravos.
Ambos protegían un principito al que conside raban como el único
y verdadero descendiente de los dioses y del que aseguraban que —cuando
creciera— sería el emperador de Japón.
Los Taira y los Minamoto se lo pasaban luchando por el poder y sus
luchas.eran tremendas, pero ninguna tanto como la que —finalmente— ocurrió
alrededor de ocho siglos atrás y que se recuerda como la batalla de Dan-No-Ura
porque sucedió en un lugar denominado así y que quedaba en un estrecho del
mar, cerca de una zona de hermosas playas.
La batalla de Dan-No-Ura fue terrible, y si bien los Taira eran bravísimos,
los Minamoto lo fueron más. Entonces —como en las guerras suelen resultar
vencedores los más fieros— ganaron los Minamoto.
Los Taira lo perdieron —allí— todo. No sólo murie ron en Dan-No-Ura
sus largos sueños de poder sino también sus guerreros, sus mujeres, sus niños y
hasta su pequeño principito. Las aguas del mar se los tragaron sin piedad y —
a partir de entonces— de todos ellos sólo quedó el recuerdo en los cánticos y
recitados populares
2) DONDE SE CUENTA EL EMBRUJO DE LOS TAIRA.
Como habían muerto con extremo dolor y furia debido a su derrota, las
almas de los Taira no lograban descansar en paz.
La zona del mar donde se había producido su última lucha —así como las
playas de las cercanías—quedaron embrujadas.
Cuentan que vagaban por allí los espíritus per dedores y que se oían
gritos y clamores de batalla que provenían del mar. Pocos lugareños se anima
41 Recreación de "MIMI-NASHI-HOICHI", leyenda japonesa.
Para esta recreación, se tomaron como base las narraciones orales de Nobuyuki Adachi y la versión
inglesa de Lafcadio Heam, originalmente publicada en 1904.
49
ban a internarse en aquellas aguas, ya que las áni mas trataban de ahogar a los
nadadores y de hun dir los barcos. Subían entre las olas de pronto, durante las
noches, cuando más oscuras, mejor.
También era durante esas noches cuando po dían verse fuegos
fantasmagóricos, no sólo a lo largo de la costa sino —también— sobre el
oleaje. "Fuegos de los demonios", les decían los campe sinos.
Nadie sabía qué hacer para que las torturadas almas de los Taira hallaran
la paz.
3) DONDE SE CUENTA POR QUÉ SE CONSTRUYÓ EL TEMPLO DE
AMIDAYI
Un día, la gente del lugar empezó a pensar en que —acaso— si se
construía un templo donde desarrollar servicios religiosos especialmente
dedicados a rezar por el alma de los Taira, estas almas podrían encontrar la paz.
Pero el templo debía de ser erigido muy cerca de la zona a donde aquellos
hechos trágicos ha bían ocurrido. De lo contrario —opinaban— no ten dría
ningún efecto sobre los enfurecidos espíritus.
Así fue como se eligió Akamagaseki como sitio ideal para edificar
el templo, el que pudo cons truirse gracias a las donaciones de casi toda la
comunidad local.
El templo era budista5
y se lo llamó Amidayi, del mismo modo que las
iglesias y otros lugares de congregación de fieles creyentes de distintas reli
giones también llevan —cada cual— su propio nombre.
Junto al templo —y también cerca de la playa— se instaló un cementerio
consagrado a la memoria de los Taira. Allí se ubicaron tumbas, lápidas y
monumentos donde podían leerse todos los nombres de aquellos desdichados:
desde el del pequeño principito ahogado, hasta el del último de sus vasallos que
había corrido el mismo fin.
Ya tenían —entonces— un lugar donde pedir por el descanso de sus almas
y así lo hacían los lugare ños —regularmente— mediante sentidos servicios
religiosos. Dicen que —a partir de la construcción del templo y del cementerio—
los espíritus de los Taira parecieron hallar un poco de serenidad.
Apenas un poco, porque lo cierto era que —de tanto en tanto—
reaparecían para perturbar a los vivos. Eso demostraba —a las claras— que no
habían alcanzado totalmente la paz.