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El misterio del elefante escritor
Mono, Ardilla, Conejo y Elefante iban juntos al colegio todas las mañanas. En el cole aprendían a leer, a escribir y muchos otras cosas divertidas.
Mono, Ardilla y Conejo se reían mucho de Elefante, porque, con sus grandes patas, no podía coger el lapicero.
Elefante estaba muy triste, porque no podía escribir, ni dibujar ni colorear.
Un día, Elefante llegó al cole con un precioso cuento que él mismo había creado, lleno de dibujos y colores.
-Seguro que tú no has hecho eso -dijo Ardilla.
-A ver, ¿por qué no? -dijo Elefante.
-Porque tienes unas patas enormes y no puedes escribir. Te lo han hecho tus padres -le dijo Mono.
-No -dijo Elefante-. Mis padres tienen las mismas patas torpes que yo y no saben escribir.
-Niños, tranquilos -dijo el maestro Ciervo-. Elefante, ¿has hecho tú ese cuento?
-Sí, maestro Ciervo -respondió Elefante-. Si quiere hago otro ahora mismo para que lo vea. Pero tengo que estar solo, porque si me miran me pongo muy nervioso.
-Está bien, demuéstranos tu talento, joven Elefante -dijo el maestro Ciervo.
Elefante se fue a una habitación él solo con su estuche de lápices de colores. Cuando volvió y enseñó lo que había hecho todos se quedaron admirados.
-Alguien te ha pasado el cuento por debajo de la puerta -dijo Conejo.
-¡No digas tonterías! -exclamó Elefante-. Acabo de hacerlo.
-Y ¿por qué no tienes las pezuñas manchadas? -preguntó Mono-. Con esas patazas tendrías que estar muy sucio.
-Porque no ha hecho el cuento con las patas, joven Mono -interrumpió el maestro Ciervo-. ¿No es cierto, joven Elefante?
-Es cierto -dijo Elefante-. No escribo con las patas.
-¿Qué usas para escribir entonces, jovencito? -preguntó el maestro Ciervo.
-Me da vergüenza decirlo -dijo Elefante.
-No tiene por qué, joven Elefante -dijo el maestro Ciervo-. Has solucionado tu problema de una manera brillante. Y el resultado es espectacular. Contesta, por favor, tengo gran curiosidad.
-He usado la trompa -dijo Elefante.
Elefante esperaba que todos se rieran de él. Sin embargo, nadie dijo nada. Era como si el tiempo se hubiera parado.
- ¡Eres un crack, Elefante! -exclamó Mono, rompiendo el silencio-.¡Qué ingenioso!
-Enséñanos cómo lo haces, Elefante -dijeron los demás.
-Misterio resuelto -dijo el maestro Ciervo.
Y así fue com, en poco tiempo, Elefante se convirtió en un gran escritor de cuentos y en un gran ilustrador. Todos le admiraban, no solo por sus hermosas historias, sino por haber superado el gran problema que tenía para coger el lapicero