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Nuestra piel, la “muralla” del cuerpo
En la antigüedad se levantaban murallas que servían de fortificaciones para frenar al enemigo y defender desde lo alto las ciudades. Del mismo modo, nuestro cuerpo cuenta con una “muralla” protectora: la piel. ¿Cómo nos resguarda de los invasores?
La epidermis está poblada de bacterias y otros microorganismos, algunos de ellos causantes de infecciones y enfermedades. Todo indica que la piel no se limita a ser una barrera pasiva, sino que también opone resistencia a los atacantes fabricando péptidos (proteínas) antimicrobianos. Algunos de ellos montan guardia constante, mientras que otros acuden tan solo cuando se produce una lesión cutánea.
Los dos primeros grupos de péptidos antimicrobianos que se descubrieron, denominados defensinas y catelicidinas, se presentan cuando surge una emergencia. En caso de registrarse heridas o inflamaciones, unas células de la capa superior de la piel segregan ambos grupos de péptidos, que matan a los agresores perforando sus membranas celulares.
En el año 2001, un equipo de investigadores de la Universidad de Tubinga (Alemania) halló otro tipo de proteína antimicrobiana que está siempre activa y a la que denominaron dermcidin. A diferencia de los otros dos grupos, este péptido es elaborado por las glándulas sudoríparas de la piel sana. Todavía no se sabe con exactitud cómo actúa, pero el hecho de que el sudor contribuya en la defensa contra las enfermedades pudiera explicar por qué las personas que se lavan en exceso son más propensas a sufrir infecciones cutáneas y eccema.
Al igual que las murallas de una ciudad antigua, nuestra piel es una barrera contra los invasores. Seguramente usted también concordará con el salmista que dijo: “¡Cuántas son tus obras, oh Jehová! Con sabiduría las has hecho todas” (Salmo 104:24).
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