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Eran los ojos más preciosos que había visto en toda mi vida, como dos canicas brillantes y relucientes. Hacia mucho frío y tenía temor de alumbrar completamente a ese rostro, pero con mucho valor, lo hice, levanté mi linterna lentamente y apunté con ella a su rostro, era una criatura hermosa, que nunca había conocido y me dijo que le podía pedir un deseo. La verdad no tenía algo en mente y le dije que si me podía cuidar a lo largo de esa noche hasta llegar a casa, la hermosa criatura accedió y llegue sano y salvo. Desde ese día no he visto algo más precioso que aquellos ojos, espero algún día volverla encontrar.
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