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Hoy la función del caballo se reduce a actividades deportivas como las carreras, pero su morfología y su alimentación siguen a la merced de los caprichos humanos. La comunidad científica “apuesta” por abrir las puertas de la nutrigenómica y la medicina regenerativa a la especie equina.
SINC // Adeline Marcos, España
El estatus de la mayoría de los caballos, sobre todo los de pura sangre, ha cambiado desde que empezaron a ser domesticados hace 5.000 años. El caballo (Equus caballus) ha pasado de ser el transporte de las poblaciones nómadas y la “herramienta” útil para la agricultura y para la guerra, a lo que es hoy, un animal destinado a las competiciones deportivas y a los hipódromos.
A la actividad física de estos animales se une el estrés, un factor determinante de la salud de cualquier ser vivo. Los entrenamientos, las condiciones de estabulamiento (encierro en establos), o incluso la propia carrera suponen estrés para estos animales. Demostrado científicamente.
Alberto José Redondo Villa, investigador en el Departamento de Zoología de la Universidad de Córdoba y autor principal de un estudio que ha publicado este año la revista Applied Animal Behaviour Science, demostró que el nivel de estrés y el comportamiento de los equinos pueden cambiar si se modifica su alimentación. “Hemos descubierto que una dieta rica en grasas mantiene a los caballos más tranquilos y reduce la intensidad de su respuesta ante un susto inesperado”, explica Redondo Villa.
El equipo de investigación introdujo un porcentaje moderado de grasa vegetal en la alimentación de los caballos para comparar su respuesta con una dieta de almidón y azúcar. “Se ha probado la introducción de un 10% de grasa realizando análisis detallados y los caballos no tenían ningún problema. Al contrario, se ha demostrado que este tipo de dieta puede evitar problemas digestivos y mejorar la respuesta fisiológica ante esfuerzos continuados”, añade el científico.
Aunque el científico asegura que “es mucho mejor mantenerlos en semilibertad” para evitar el estrés. Este tipo de dieta grasa es ideal para caballos que hacen carreras de largo recorrido (tipo raid o endurance), pero no es aconsejable para caballos de carreras de velocidad, porque necesitan una fuente de energía más rápida, como son los hidratos de carbono. Así que los caballos que se alimentan de grasas obtienen peores resultados en velocidad y corto recorrido.
A pesar de que aumentar el aporte de grasa a la alimentación de los caballos parezca una acción interesada, en situaciones naturales y en un hábitat estepario, los caballos salvajes comen durante parte del año semillas ricas en grasas y ácidos omega 3, justo lo que los científicos añaden a la dieta. El aumento de la grasa en el organismo de los caballos permite un cambio en su metabolismo, “lo que provoca menos calor en su proceso digestivo y aporta hidratación, muy beneficiosa en situaciones de esfuerzo”, apunta el investigador.
Conocer la ‘mecánica’ equina
Otro estudio, publicado el pasado marzo en Ippologia, proporcionó un método para obtener los datos de la cinemática de los caballos de carrera italianos, en concreto de la raza Standardbred, y valorar su rendimiento. La información se obtuvo durante la competición sin necesidad de aplicar ningún aparato al animal.
Los científicos de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y de Bolonia (Italia) recogieron los datos de la longitud y la frecuencia de la zancada, de las articulaciones y la velocidad media. Demostraron diferencias entre cada vuelta de la carrera.
Hoy si un caballo sufre una lesión durante una competición, puede ser tratado por científicos del Hospital Veterinario de la Universidad de Zaragoza (UNIZAR), quienes utilizan la medicina regenerativa con células madres para regenerar el tendón y recuperar su capacidad elástica y la flexibilidad. “Hasta ahora, se han obtenido muy buenos resultados en las lesiones naturales tratadas en caballo de competición”, apunta Clementina Rodellar, genetista de la UNIZAR.
Al igual que otros animales, como los galgos de carreras, los caballos se enfrentan a mucha presión para satisfacer las exigencias humanas. La alta competición o incluso la doma clásica olímpica, les obliga a soportar duros entrenamientos y esfuerzos a veces antinaturales. Conocer mejor sus movimientos y fisonomía, y estudiar nuevos tratamientos de cura permitirá a los caballos tener una segunda oportunidad en deportes que ellos mismos no han elegido.