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En estos días de emergencia mundial a causa de la pandemia del coronavirus, los obispos de muchas partes del mundo han tenido que suspender la participación de los fieles en las misas celebradas por los sacerdotes. Los católicos se están uniendo virtualmente a muchas de estas celebraciones, siguiendo por internet a los sacerdotes que transmiten esas misas por las redes sociales. El Papa Francisco también está transmitiendo sus misas por internet y ha llamado a todos los fieles a que están conectados, a unirse espiritualmente haciendo una “comunión espiritual”. Pero ¿qué es eso de una comunión espiritual? ¿Vale, en verdad, hacer una comunión espiritual sin poder recibir la Eucaristía en la celebración de la Misa?
Recibir a Jesús sacramentalmente es lo más grande para un católico, pues en la comunión recibimos al Señor Resucitado, que está presente con su cuerpo y su sangre, su alma y su divinidad. Sin embargo, no siempre estamos listos para poder recibirle sacramentalmente sea por nuestro pecado o por nuestra falta de preparación. O tampoco podemos recibirle en la comunión por estar lejos de la celebración de la Iglesia y no poder estar físicamente presentes en la Misa. En esos momentos, en los que estamos lejos de la presencia sacramental del Señor, sin poder acercarnos a la comunión, podemos hacer en cambio una comunión espiritual y con el deseo profundo de nuestro corazón, pedir al Señor que venga espiritualmente a nuestra alma y podamos unirnos a Él.
La comunión espiritual es, entonces, la práctica por la que un fiel cristiano que tiene el deseo ardiente de poder recibir a Jesús en la Eucaristía le adora, abrazándolo amorosamente como si lo estuviera recibiendo verdaderamente en la comunión, pidiéndole que venga espiritualmente a su corazón.
Aun cuando la comunión espiritual no es igual a la presencia real de la comunión sacramental, la comunión espiritual es una devoción que ensancha nuestro corazón con el deseo profundo de experimentar la presencia sanadora de Jesús. Con ella:
Adoramos a Jesucristo presente en la Eucaristía.
Expresamos nuestro deseo de poder recibirle con reverencia y dignidad.
Nos unimos espiritualmente a Jesús, con nuestro amor y devoción.
Agradamos a Dios y recibimos su gracia.
Así, la comunión espiritual es en verdad valiosa e importante, pues nos une a Jesús, ensancha nuestro corazón, nos da su gracia y nos prepara a recibirle en el sacramento de la Eucaristía.
Los Santos y la Comunión Espiritual
Muchos santos a lo largo de la historia han expresado su cercanía a Jesús con la comunión espiritual y han sido testigos del gran valor de esta devoción. Santa Catalina de Siena, una gran santa italiana que por su santidad y sabiduría es doctora de la Iglesia, narra que tuvo una visión en la que el Señor le mostró dos cálices: una copa de oro y la otra de plata. En la visión el Señor le explicó que en el cáliz dorado conservaba sus comuniones sacramentales y en el cáliz plateado guardaba sus comuniones espirituales. ¡Las dos comuniones son importantes para Jesús!
El Padre Pío tenía la costumbre de hacer una comunión espiritual muchas veces al día deseando estar unido siempre a Jesús, en todo lo que hacía.
San Josemaría Escrivá tuvo una gran devoción a la comunión espiritual, que aprendió y repitió desde pequeño. Más tarde escribió diciendo a los jóvenes: “¡Qué fuente de gracias es la Comunión espiritual! Practícala frecuentemente y tendrás más presencia de Dios y más unión con Él en las obras”.
San Maximiliano Kolbe, mártir de la persecución nazi, exhortaba a hacer continuamente la comunión espiritual, que seguramente le acompañó en sus últimos días cuando estuvo encerrado en la celda del campo de concentración antes de ser ejecutado.
San Juan Pablo II también fue un gran defensor de la comunión espiritual, escribió sobre ella en sus encíclicas y habló a los jóvenes sobre ella en las vigilias eucarísticas de las Jornadas Mundiales de la Juventud que él comenzó.
Respuesta:
El pago de la misa: Los costos dependen del tipo de ceremonia que se requiera, las misas comunitarias van desde los $300 pesos hasta los $600 pesos, mientras que las misas individuales van desde los $500 pesos hasta los $2500 pesos.