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Respuesta:
un mito que haya escuchado es:
PENTESILEA
Aquella mañana Troya no quería despertar. Un día antes habían terminado los funerales de Héctor, su mejor defensor, muerto por Aquiles en combate cuerpo a cuerpo, y más que nunca la depresión de la guerra se hacía sentir. Príamo, el anciano rey, y su pueblo temían un futuro incierto.
De repente, un bullicio inusitado inundó las calles de la ciudad. Ruidos de cascos de caballos, gritos de guerra y de sorpresa se dejaron sentir.
Una tropa de hermosos jinetes, con penachos y coloridos estandartes avanzaba a través de las calles con ritmo marcial. Al frente, el jefe era de atracción por la gracia juvenil y la energía viril que derramaba. A un grito suyo, con perfecta sincronía, descendieron, y siguiendo su ejemplo también, se sacaron los cascos. La multitud sufrió una impresión grandísima.
.¡Son mujeres… son guerreras…qué hermosas!
¡Oh sorpresa! Eran mujeres… espléndidas jóvenes, de estatura mayor que la normal, cuerpos atléticos y esbeltos, largos cabellos que recién se desplegaron en ondas brillantes al liberarse de la contención del casco, rostros bellísimos, tostados por el sol, desprovistos de todo adorno femenino. Un grito de júbilo se expandió por las calles:
-¡Las amazonas han llegado para ayudarnos! ¡Troya no está perdida!
Ellas permanecían serias y erguidas, con admirable disciplina militar. La comandante pidió ser conducida al palacio de Príamo. Allí, inclinándose con gentileza, habló:
-Venerado rey de Troya, te manifestamos adhesión a tu causa y ofrecemos nuestra participación en la guerra. Soy Pentesilea, princesa de las amazonas, y estas son mis camaradas que quieren pelear. Yo amo la guerra, pero ahora tengo un motivo especial: hace un mes, en una cacería, involuntariamente, maté a mi hermana, y quiero limpiar mi culpa. Aquiles es mi meta preferida. Espero que los dioses me den la ocasión. No te arrepentirás si nos aceptas como aliadas.
Y Príamo no se arrepintió. Con la ayuda de las valientes amazonas la defensa de Troya cobró nuevas fuerzas.
Y los ancianos de Troya contaron historias antiguas sobre las amazonas:
“- Son muy raras. Descienden de Ares (dios de la guerra) y Harmonía (hija de Ares y Afrodita). Viven en tribus formadas sólo por mujeres que adoran a Artemisa (diosa de la caza). Una vez al año se relacionan con varones de pueblos vecinos, y de esa unión nacen sus hijos. Si son varones, los entregan a los hombres, y si son niñas las educan entre ellas. Aprenden a cabalgar, a manejar el arco y la flecha, a cazar, a luchar en batalla, su diversión es pelear, y son tan esforzadas que todos las temen, incluso los hombres más valientes.
Muchas veces, jóvenes guerreros se han enamorado de ellas y han querido llevarlas a vivir a las aldeas, pero siempre se han resistido. Porque, como ellas dicen “¿Qué pensarán la suegra y las cuñadas cuando vean que no sabemos coser, ni tejer, ni cocinar, y podemos domar caballos, cazar fieras y combatir?”
Pronto estuvieron a la cabeza de la defensa de Troya. Pentesilea era terrible. Elegía con audaz decisión los lugares de mayor peligro en el combate y allí acudía con la velocidad del rayo para ayudar a la tropa. Pero… siempre buscaba con grandes ojos de color violeta, su obsesión: Aquiles.
Y un día se cumplió su deseo. El héroe acababa de herir malamente a una de sus compañeras, y entonces ella, corrió a través del campo, y con temeridad, le salió al encuentro:
-Famoso Aquiles, tú eres mi misión. Tengo una flecha dorada que es para ti.
-La estoy esperando- respondió el guerrero.
Pentesilea apuntó con precisión, y lo hubiera herido, pero el prodigioso escudo del héroe lo impidió. Aquiles a su vez, apuntó a la garganta, y, entre el casco y la coraza, se hundió su flecha. La joven, con pasión, intentó resistir, más la abandonaron las fuerzas y cayó a tierra. Aquiles gozoso se apresuró a despojarla de las armas, pero… al sacarle el casco quedó sorprendido. Ante sí tenía el rostro más bello que jamás había visto, y unos luminosos ojos claros que lo miraban con asombro, sin odio, casi con ternura…
Entonces, pidió a gritos un médico, y con precipitación impulsiva la tomó en brazos como para luchar con la muerte. Pero fue inútil… muy pronto, suavemente, las estrellas azules se apagaron, y un temblor del bello cuerpo indicó el fin.
Aquiles lloró sobre la muchacha, delante de todos y ordenó para ella honores de héroe. En verdad, Pentesilea podía marcharse contenta, su flecha de oro había herido para siempre el corazón de su enemigo.
espero haberte ayudado