Respuestas
Respuesta:1. Relájate y sonríe. Estar relajados es imprescindible para dar lo mejor de nosotros mismos. Nos ayuda a estar más atentos a nuestros alumnos, a escucharlos más y mejor, a dar mejores explicaciones, a transmitirles confianza y cercanía.
¿Te cuesta relajarte? ¿Por qué no pruebas las respiraciones abdominales? Además, cuando soltamos las tensiones sonreímos más; la sonrisa es un lenguaje universal y nuestra mejor tarjeta de presentación. Incluso se dice que puede tener un efecto terapéutico.
2. Cuida los gestos, investiga su significado en otras culturas. Si tenemos en cuenta que la comunicación no verbal (CNV) es la que más información transmite en una comunicación, debemos ser especialmente cuidadosos con este tema y dedicarle espacio en tus clases.
Nuestras expresiones y gestos constituyen un sistema de señales conocido y usado por los miembros del grupo pero que pueden ser opacos o contradictorios para los pertenecientes a otras comunidades. Los gestos tienen distintos significados según las diferentes culturas.
Por ejemplo, el movimiento de la cabeza de arriba a abajo no siempre se traduce por una afirmación, es más, en algunos lugares puede enviar el mensaje contrario. Es por esto por lo que el análisis y la enseñanza de la CNV anticipa problemas en el aula y evita los malentendidos y los juicios erróneos fuera de ella.
3. Sé paciente con tus alumnos y con el tiempo que les lleva aprender. Reconoce su derecho a aprender equivocándose. Es imposible aprender nada sin errar; nuestra experiencia vital así nos lo dice. Es un derecho de cada alumno que debemos reconocer y hacer respetar.
Además, recuerda que todos tenemos un ritmo de aprendizaje diferente y que cada uno de nosotros aprendemos aspectos diferentes en cada ocasión.
4. Valora sus avances. Anímalos destacando aspectos positivos. [Tweet «Aprender un nuevo idioma es un gran reto cognitivo y afectivo.»] Iniciar este viaje produce no pocas inseguridades, así las palabras de aliento y estímulo de los profesores ayudan a los alumnos a reconocer y valorar sus propios logros, a motivarse y a conocer las distintas etapas del proceso de aprendizaje. Siempre, aunque a veces no lo parezca, estamos aprendiendo y avanzando.
5. Motívalos proponiéndoles temas y tareas de su interés y actividades útiles y significativas. Muchos autores afirman que: “La falta de interés en el tema repercute negativamente en la comprensión” y por lo tanto en el aprendizaje. Si esta máxima es cierta, y creemos que lo es, tendremos que asegurarnos de que todos los temas que llevamos al aula responden a una necesidad o a un interés real de nuestros alumnos, así nos aseguramos contar con el corazón del aprendizaje: la motivación.
6. Respeta su estilo de aprendizaje. Hay muchas formas diferentes de aprender y todas son válidas. Los estilos de aprendizaje son “las preferencias y tendencias altamente individualizadas de una persona que influyen en su aprendizaje”. Cada aprendiente usa unas herramientas distintas para aproximarse a la información y estas pueden no coincidir con las de sus compañeros o con las de su profesor.
Algunos docentes suelen valorar excesivamente a los alumnos que coinciden con su propio estilo de aprendizaje y no comprender suficientemente a los alumnos que muestran uno contrario. Averigua qué tipo de alumno eres tú, qué tipo de alumnos tienes y a partir de ahí, propongamos tareas respetuosas que integren todos los estilos en el aula.
7. Conoce a tus alumnos. El éxito en el proceso de aprendizaje y enseñanza depende en gran medida de este consejo. Cada persona trae al aula un bagaje diferente: unos valores, unas creencias, unas inquietudes, unas expectativas, etc. Conocer a nuestros estudiantes y favorecer que se conozcan entre sí nos ayudará a ayudarlos a aprender y a conseguir sus propias metas.
Explicación: