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Uno de los más brillantes resultados de las investigaciones del Profesor Freud, así como uno de los puntos cardinales de su teoría psicológica, ha sido la demostración de que un cierto número de procesos mentales deben su origen a causas desconocidas e insospechadas por el individuo. Esto aplica, igualmente, a lo mentalmente normal y anormal, categorías entre las cuales, aquí como en cualquier otro lugar, es muy arbitrario esbozar cualquier tipo de distinción. En mi opinión, esta aparentemente simple idea es una de las más trascendentes, tanto para la psicología como para las ciencias como la sociología, que debe estar fundada en la psicología. Esta conclusión está basada en vista de que la investigación, ejercida con adecuado escepticismo, muestra que el número de dichos procesos mentales es extremadamente grande; de hecho, puedo sostener que la gran mayoría de los procesos mentales en una persona normal emerge de fuentes insospechadas por él. Hasta el momento, nos encontramos únicamente en el umbral de importantes descubrimientos que, seguramente, serán hechos tan pronto este principio encuentre una rigurosa aplicación; así pues, el tema abierto es tan vasto que, en estas observaciones, no puedo hacer más que esbozar algunas de las direcciones a lo largo de las cuales podría verse que hay fructíferas conclusiones listas para ser alcanzadas.
Pese a que la importancia del sentir[i] en el moldeo de nuestros juicios, creencias y conducta ha sido, durante siglos, reconocida por poetas y escritores, la psicología académica, usualmente, le ha asignado una muy subordinada posición en relación con lo que puede ser llamado los “procesos intelectuales”. En los últimos años, sin embargo, se le ha otorgado más y más reconocimiento a la importancia del sentir. Hasta ahora, uno puede con justicia preguntarse si es que, en su formación y dirección, existe algún proceso mental en el que el sentimiento no juegue un papel de primer rango, y la ciencia de la psicología del sentir, a la que el Profesor Freud se ha dedicado devotamente, muestra, a todas luces, estarse convirtiendo en la única psicología científica del futuro. Él ha demostrado, con una convincente precisión, que un cierto número de procesos mentales previamente incomprensibles –como la formación del sueño y ciertos acontecimientos aparentemente accidentales y sin sentido de la vida cotidiana– se hallan prestos del todo a ser explicados al considerarlos problemas del sentir. Además, ha demostrado que las causas de estos procesos mentales suelen ser, no sólo insospechadas por el individuo en cuestión, sino repudiadas y negadas por él cuando su misma existencia es sugerida. En otras palabras, existen elaborados mecanismos psicológicos cuyo efecto es ocultar del individuo ciertos procesos del sentir que, a menudo, son de la más alta significancia para toda su mente. La complejidad y sutileza de estos mecanismos varía en función de lo que se podría llamar el grado {extent} de la necesidad por encubrimiento, de modo que, a mayor sea la resistencia que el individuo demuestre hacia la aceptación de un sentimiento dado, más elaborado será el mecanismo a través del cual éste será ocultado de su consciencia. Tomar en cuenta este hecho desde un punto de vista escéptico, podría llevarnos a considerar la posibilidad –incluso entre psicólogos pragmáticos– de que toda una serie de procesos mentales puede tener su origen en fuentes ampliamente diferentes de las que comúnmente son identificadas como explicativas de los mismos.
Los mecanismos de encubrimiento pueden ser estudiados de dos maneras. Los procesos del sentir conocidos pueden ser rastreados desde su origen hasta la forma transformada en que estos aparecen en la consciencia y sus efectos en los procesos mentales asociados observados; o bien, un proceso mental dado puede ser analizado, y sus causas ser rastreadas, remontándonos a sus fuentes elementales. El estudio a lo largo de estas líneas ha demostrado que, aunque los mecanismos en cuestión son numerosos y complejos, podrían ser, desde un punto de vista, agrupados en dos clases, ya sea que el individuo ofrezca una explicación sobre el origen del proceso mental terminal, o no. En ambos casos, la investigación hacia la fuente del proceso mental es detenida y el individuo considera cualquier tipo de indagatoria como superflua –en el primer caso, porque él ya tiene una explicación; en el otro caso, porque piensa que el primero no existe. Como ahora podrá apreciarse, no hay una línea clara entre las dos clases y, en ambos casos, pueden encontrarse todo tipo de procesos mentales, acciones, juicios, recuerdos, creencias, etc.
Explicación paso a paso: