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Respuesta:
Parece lógico que un militar prusiano del siglo XIX elaborara este pensamiento, pero no parece tan lógico que casi dos siglos después de su muerte, y después de dos guerras mundiales que parecían habernos vacunado de patologías sociales, algunos responsables políticos hayan emprendido el camino inverso, es decir: la política es la guerra por otros medios, la política como forma de obligar al otro a acatar nuestra voluntad.
Vivimos circunstancias excepcionales por esta década de crisis, cuyas consecuencias sigue padeciendo la mayoría de la población. Una crisis cuya gravedad no estriba tanto en sus derivadas directamente económicas sino, sobre todo, en cómo ha desnudado cruelmente la falta de sintonía entre la ciudadanía y la gobernanza.
Cuando el 17 de diciembre de 2012 escribí en este mismo espacio Escenas de una guerra, me refería precisamente al rastro de desolación que estaba dejando la incruenta batalla entre las élites económicas y los trabajadores cada vez más pobres, hasta el punto de que estaba pasando de ser incruenta a resolverse en forma de familias rotas, vidas destrozadas y hasta muertes evitables. Una guerra, efectivamente, por otros medios (financieros).
Explicación:
Respuesta arece lógico que un militar prusiano del siglo XIX elaborara este pensamiento, pero no parece tan lógico que casi dos siglos después de su muerte, y después de dos guerras mundiales que parecían habernos vacunado de patologías sociales, algunos responsables políticos hayan emprendido el camino inverso, es decir: la política es la guerra por otros medios, la política como forma de obligar al otro a acatar nuestra voluntad.
Vivimos circunstancias excepcionales por esta década de crisis, cuyas consecuencias sigue padeciendo la mayoría de la población. Una crisis cuya gravedad no estriba tanto en sus derivadas directamente económicas sino, sobre todo, en cómo ha desnudado cruelmente la falta de sintonía entre la ciudadanía y la gobernanza.
Cuando el 17 de diciembre de 2012 escribí en este mismo espacio Escenas de una guerra, me refería precisamente al rastro de desolación que estaba dejando la incruenta batalla entre las élites económicas y los trabajadores cada vez más pobres, hasta el punto de que estaba pasando de ser incruenta a resolverse en forma de familias rotas, vidas destrozadas y hasta muertes evitables. Una guerra, efectivamente, por otros medios (financieros).
Es evidente que la avaricia infinita de los poseedores de grandes fortunas es un problema gravísimo para la convivencia. Pero aún más grave es que los poderes políticos hayan demostrado, primero, una absoluta impotencia para equilibrar esa guerra económica y, segundo, un cierto entusiasmo por sumarse a la guerra económica convirtiéndola también en política.