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La gobernanza ambiental es el gobierno y administración del medio ambiente y los recursos naturales desde su consideración como un bien público mundial, de la categoría específica de los que se dividen al compartirse.1 El carácter mundial de estos bienes deriva de la presencia de cada uno de los elementos que los componen en un sistema integrado. Así, todo el mundo se beneficia de la atmósfera, el clima y la biodiversidad entre otros, y al mismo tiempo todo el planeta sufre los efectos dramáticos del calentamiento mundial, de la reducción de la capa de ozono o de la pérdida de biodiversidad. Esta dimensión planetaria apela a una gestión compartida.
Un bien público se caracteriza por la no-rivalidad (el recurso natural adquirido por alguien puede serlo en todo momento por alguien más) y por la no-exclusividad (es imposible impedir a alguien el consumo de ese bien). Sin embargo a los bienes públicos se les reconoce un beneficio y en consecuencia un valor. La noción de bien común mundial aparece pues para establecer una pequeña distinción: son los bienes necesarios para la vida y no deben ser controlados por una sola persona o un solo Estado...
Es así que este carácter de no-rivalidad precisa de una gestión no competitiva ni depredadora como la del llamado mercado libre, que llevaría a su extinción, y al mismo tiempo obliga a establecer un valor económico al recurso pues su gratuidad también conduciría al mismo resultado. El agua es tal vez el mejor ejemplo de este tipo de bienes.
Pero el estado de cosas actual en la gobernanza ambiental dista de cumplir cualquiera de estos imperativos. Frente a la necesidad de responder al carácter complejo de la problemática ambiental se necesita una gestión multilateral coherente entre los más diversos actores implicados, pero la comunidad mundial ha sido incapaz de responder a este desafío y la gobernanza actual adolece de una serie de lacras. Así, "a pesar de la consciencia creciente en torno a las cuestiones ambientales en los países desarrollados y en vías de desarrollo, la degradación del ambiente continua, y nuevos problemas ambientales aparecen. Todo ello se debe al estado crítico de la gobernanza ambiental mundial. Esta es incapaz de tratar adecuadamente los problemas ambientales, por causa de varios factores. La gobernanza fragmentada en el seno de las Naciones Unidas, la falta de implicación de las instituciones financieras, la proliferación de acuerdos ambientales que entran a menudo en conflicto con medidas comerciales. Además de todo esto, la división entre los países del Norte y el abismo persistente entre los países desarrollados y los países en vías de desarrollo, han de ser tenidos en cuenta para entender el fracaso institucional de la actual gobernanza ambiental mundial
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