como viven las personas en las fronteras?


anaismorales12356: Eso que llamamos vida es la estancia en la frontera, negociando los documentos con los que dar cobertura a las emergencias de lo real, a los acontecimientos inesperados que nos prueban y nos miden

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Respuesta dada por: emacastiblanco
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Respuesta: Eso que llamamos vida es la estancia en la frontera, negociando los documentos con los que dar cobertura a las emergencias de lo real, a los acontecimientos inesperados que nos prueban y nos miden

Explicación:


anaismorales12356: Eso que llamamos vida es la estancia en la frontera, negociando los documentos con los que dar cobertura a las emergencias de lo real, a los acontecimientos inesperados que nos prueban y nos miden
Respuesta dada por: rosa17medinagomez
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Respuesta:

Copia Lo Que Esta Subrayado Y Un Poquito De Arriba...

Explicación:

¿Qué se puede decir de lo que mora inmediatamente después de la frontera? Teóricamente, nada, manteniendo así el interrogante infinito por aquello que está al otro lado y que no terminamos de inteligibilidad, no porque esté oculto, sino porque no somos “ser suficiente” para hacerlo, como si la tarea de su comprensión requiriera del ser haber completado un cierto recorrido subjetivo que le proporcionara de vuelta el código, el criterio y el discernimiento para desentrañar lo que antes no era más que un imposible. En definitiva, nada que no intuyera ya Dylan…

Viviendo en la frontera

Triunfa alrededor una idea de frontera que tiene que ver con lo lejano, con lo remoto, aquello que de tan periférico linda con lo que ya no nos representa, el límite inmediato a lo extranjero, o sea, lo muy otro. Será por los objetos visuales con los que nos componemos mentalmente una frontera, o por los recuerdos de todas las que hemos cruzado a lo largo de la vida, pero tendemos a reducir las fronteras a líneas imaginarias, que sin perder su naturaleza de contingentes, prometen con su transgresión un notable cambio de estadio, o un pequeño acontecimiento y, por tanto, nos devuelven la promesa de un nueva topología para el sujeto. Un nuevo espacio, una nueva forma de sentir y organizar el mundo, la convocatoria para una nueva forma de relacionarnos con nuestro alrededor. Se trata, sin duda, de una visión que busca el subrayado de aquello que queda más allá de la línea, y por tanto, es lo contrario de lo cotidiano, que queda aparentemente confinado “a este lado” de la frontera, donde reside “la vida cotidiana”, la “mera vida”.

La frontera, por tanto, nos lanza la primera oportunidad para reflexionar sobre la(s) vida(s). ¿Qué vida es la que cae a este lado de la línea en donde moramos con cotidianeidad? Pareciera que esta es la vida de diario, la vida que ramifica en el leve pasar del tiempo, la que forja sentidos ensayándolos en la actividad habitual, en el instante que sigue al anterior, que tiene que ver con lo que fluye, no con lo que topa con fronteras ni asíntotas infranqueables. Manejemos que, por el contrario, la vida al otro lado tiene que ver con la expectativa del estrago, el cambio rupturista, el reto, allí donde el tiempo vale más por sus instantes en valor que por su fluidez, donde el diacronismo de la cotidianeidad encuentra la oportunidad de brillar mejor en el estallido único del momento sincrónico, aunque su coste sea el trance y su lapso el santiamén. Todo, hasta aquí, para manifestar nuestra inercia por considerar la faceta de detención y, con su transgresión, cambio, que subyace a esa línea que llamamos frontera y que en nuestra vida comparece como la expectativa de lo singular, la solución de continuidad. Y por tanto, la idea de que vivimos cotidianamente en “el pasar”, franqueando las líneas y fronteras que acotan nuestra vida solo de forma infrecuente y anecdótica, sean políticas o simbólicas, sociales o personales.

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