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Respuesta:
Explicación:
Existe consenso en torno a que el racismo antiindígena es uno de los
componentes fundamentales de la dominación social instaurada por las
repúblicas oligárquicas2
. El racismo cumple una función decisiva en la
legitimación de las exclusiones, pues “naturaliza” las desigualdades sociales,
consagrando un orden en el cual cada uno tiene un lugar inmutable, en tanto éste no
aparece fundado en un origen social sino anclado en la naturaleza. Como toda
creación humana, el racismo tiene una historia, que puede ser reconstruida. En la
dinámica social, el racismo es, ante todo, una ideología y, como tal, sirve para
consagrar un status quo determinado, de manera que va cambiando de acuerdo a
como cambian las relaciones socioeconómicas y las correlaciones de poder
establecidas. No existe pues un racismo. Como toda construcción histórica, este
asume diversas formas de acuerdo al contexto social en que se genera. Su
historia no puede desvincularse de la historia social.
El debate académico sobre la existencia de las razas es tan antiguo como la
Antropología Física, que en sus orígenes pretendía ofrecer una clasificación científica
de las “razas humanas”. Para el tema que nos interesa, es irrelevante que las razas
existan o no. No es nuestro interés demostrar su inexistencia o la (des)igualdad entre
ellas. Parto de que no son las razas las que crean el racismo sino es a la
inversa: el racismo construye las razas. Y la cuestión que verdaderamente
importa es que basta que una fracción significativa de la población crea que las razas
existen para que esta convicción establecida en la intersubjetividad social (el sentido
común de la gente) tenga profundas implicaciones en la realidad social