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Los desastres de la guerra de Independencia española
España pagó un alto precio por su libertad. No solo en el campo de batalla, sino también en la sociedad, la economía y la política.
El sitio de Girona, en Cataluña, en 1809. Las consecuencias de la guerra de Independencia
José Calvo Poyato
27/03/2018 07:15Actualizado a 12/09/2019 15:32
La guerra hizo aflorar aspectos de una terrible crueldad. La pérdida de vidas humanas y la destrucción de bienes materiales fueron considerables, y supusieron para el país un serio quebranto. España, desangrada por una guerra y con dos administraciones en conflicto, se sumió en el caos, que, además, fue caldo de cultivo para movimientos independentistas en las colonias de América.
Por otra parte, la actuación de los guerrilleros rompió la estructura de mando del Ejército. Esta abrió sus puertas a miembros de extracción popular, que hasta entonces tenían vetado “hacer carrera” en la milicia. No menos importantes fueron las consecuencias en el plano ideológico. Al término de la guerra, se generó un conflicto entre partidarios y detractores del Antiguo Régimen que desencadenó tres enfrentamientos civiles en el siglo XIX y que, con el paso del tiempo, daría lugar a lo que se ha denominado como “las dos Españas”. Por último, se produjo un retroceso de la posición de España en el concierto europeo. El país quedó reducido a un papel muy secundario, como puso de manifiesto el Congreso de Viena, en el que las potencias contrarrevolucionarias definieron las líneas de actuación de la Europa posnapoleónica.
Desastre humano TERCEROS
Los casi seis años que duró la contienda representaron una grave pérdida de población para una España que apenas sumaba once millones de habitantes. La duración del conflicto y la crueldad de ambos bandos tuvieron consecuencias catastróficas desde un punto de vista demográfico. Perecieron al menos un cuarto de millón de españoles, tanto civiles como militares; por su parte, los franceses perdieron doscientos mil soldados; y los ingleses, unos cincuenta mil. A los muertos en combate o por acciones derivadas directamente de la guerra habría que añadir las víctimas que se cobraron las epidemias de tifus, cólera o disentería, así como las producidas por la escasez de alimentos como consecuencia de las requisas de los militares.
El exilio de los afrancesados TERCEROS
Además de la pérdida de vidas, fue perjudicial el exilio de los afrancesados, que se vieron obligados a cruzar los Pirineos para eludir las represalias de los vencedores. La cifra de exiliados oscila entre los 5.000 y los 15.000. Si bien la cantidad puede parecer poco significativa, cualitativamente tuvo notables consecuencias, puesto que los exiliados constituían un grupo de elevado nivel cultural y formaban una parte importante de la intelectualidad del país. Entre ellos se contaban artistas, escritores, eruditos, juristas... Entre otros, se exiliaron el poeta y dramaturgo Leandro Fernández de Moratín (en la imagen) o el jurista y filólogo Francisco Martínez Marina.
Saqueo artístico TERCEROS
Un objetivo preferente de los pillajes lo constituyeron las obras de arte. En la retirada francesa de 1813, el botín se convirtió en un pesado lastre, y, de hecho, en la batalla de Vitoria, numerosas obras fueron abandonadas en el campo de batalla. Una parte de lo robado fue devuelta a España después de la guerra, pero muchas piezas dejaron de pertenecer a nuestro patrimonio. Durante mucho tiempo fue el caso de la Inmaculada Concepción de los Venerables (en la imagen), de Murillo, conocida como Inmaculada de Soult por el mariscal napoleónico que se apropió del lienzo, que colgó de las paredes del Louvre hasta 1941.