Respuestas
Respuesta:América Latina y el Caribe es la segunda región más urbanizada a nivel global y la que presenta los más altos índices de desigualdad. Las ciudades de la región que, por un lado, son fuente de oportunidad, innovación, dinamismo y de generación de economías de escala son también, por el otro, espacios que reproducen formas de crecimiento desigual que se expresan en exclusión social, segregación, desigualdad y pobreza.
La infancia y adolescencia de la región no es ajena a este contexto. Este artículo sintetiza los resultados de un estudio que estima y caracteriza la situación de precariedad habitacional padecida por niñas, niños y adolescentes urbanos en la región y muestra su vinculación con un desigual acceso a servicios, al goce de derechos y a oportunidades de las que dependen sus propias posibilidades de desarrollo (Bagnoli, Born y Minujin, en prensa). A modo de evidenciar la magnitud del problema se comparan los niveles de la desigualdad intraurbana con base en las condiciones habitacionales con la clásica desigualdad entre zonas rurales y urbanas. De esta manera se busca proveer de evidencia sobre la inequidad y las difíciles condiciones de vida en las que crece una importante cantidad de niños, niñas y adolescentes en las áreas urbanas más deprimidas de la región. Observar la relación entre condiciones habitacionales y las condiciones de vida amplias de la niñez y adolescencia y sus familias permite comprender cómo se expresan las desigualdades intraurbanas y brinda evidencia clave para las decisiones de políticas públicas orientadas a mejorar las condiciones de vida y de desarrollo de la niñez y adolescencia en las ciudades de la región.
En efecto, más allá de la vulneración de derechos directamente ligados con el disfrute de una vivienda digna y con acceso a servicios adecuados, existe sólida evidencia con relación a cómo las privaciones en el contexto habitacional limitan otros derechos. Así, la falta de agua potable, saneamiento y energía para la cocción de los alimentos tienen consecuencias perjudiciales para la salud; la falta de materiales de calidad en la construcción de la vivienda expone a las personas a riesgos climáticos y de seguridad; el hacinamiento y la falta de electricidad impiden contar con un espacio adecuado para estudiar y descansar, lo que repercute en el desarrollo cognitivo en la infancia y en el desarrollo laboral en la adultez, a la vez que favorecen una mayor propensión a situaciones de abuso. En definitiva, abordar la precariedad habitacional no solo tiene valor en sí mismo, sino que también constituye una variable que es fundamental para comprender las desigualdades urbanas [2].
Explicación:
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