Donde y como surgio la escritura
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La escritura, dirían, nació en la antigua Mesopotamia, y en concreto en el seno de la cultura sumiera, tres o cuatro mil años antes de Cristo. Y lo hizo como resultado de la necesidad que tenían los sacerdotes de llevar un preciso registro de cuantas mercancías entraban y salían de los graneros y almacenes de los templos que administraban en nombre de la divinidad.
Los más instruidos, o dueños de conocimientos históricos más vastos, añadirían, quizá, que esas primeras manifestaciones de la escritura se denominan cuneiformes en alusión al aspecto de cuña que presentan sus signos, grabados con un punzón de sección triangular sobre tiernas tablillas de arcilla sin cocer. Posteriormente, concluirían, la escritura se extendió a Egipto, donde adoptó la forma de los célebres jeroglíficos, en su origen también pictogramas o dibujos que representaban seres y objetos, para figurar después también acciones y estados y convertirse más tarde en una escritura fonética.
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a mayoría de las personas más o menos cultas darían una respuesta rápida y sencilla a esta pregunta. La escritura, dirían, nació en la antigua Mesopotamia, y en concreto en el seno de la cultura sumeria, tres o cuatro mil años antes de Cristo. Y lo hizo como resultado de la necesidad que tenían los sacerdotes de llevar un preciso registro de cuantas mercancías entraban y salían de los graneros y almacenes de los templos que administraban en nombre de la divinidad.
Los más instruidos, o dueños de conocimientos históricos más vastos, añadirían, quizá, que esas primeras manifestaciones de la escritura se denominan cuneiformes en alusión al aspecto de cuña que presentan sus signos, grabados con un punzón de sección triangular sobre tiernas tablillas de arcilla sin cocer. Posteriormente, concluirían, la escritura se extendió a Egipto, donde adoptó la forma de los célebres jeroglíficos, en su origen también pictogramas o dibujos que representaban seres y objetos, para figurar después también acciones y estados y convertirse más tarde en una escritura fonética.
En otros lugares como la Creta minoica, China, la India o Mesoamérica, la escritura habría seguido una evolución similar, también ligada de forma inexorable al incremento significativo del volumen de los excedentes agrarios y, desde luego, al nacimiento del Estado. Esta teoría parece lógica y convincente, porque resulta coherente con lo que hemos visto hasta ahora. Casi todo lo que el hombre inventó después de abandonar por la fuerza su cómoda y milenaria existencia como cazador-recolector para encorvar día tras día su espalda sobre los caprichosos campos de labor lo hizo por necesidad, y esta necesidad en concreto, la de escribir, no pudo surgir antes. Los clanes nómadas apenas poseían nada duradero que guardar y menos aún nada de lo que llevar cuentas. Los animales, las raíces y las bayas de que se alimentaban estaban ahí; se consumían o no, pero no podían guardarse en graneros, así qué ¿para qué contarlos y registrar el resultado?
Se objetará que aquellos pueblos primitivos no tenían, es cierto, nada que contabilizar, pero sí, desde luego, mucho que contarse, y esas historias podían haber propiciado la invención de la escritura. No obstante, vivían en grupos pequeños, de modo que les bastaba con el lenguaje oral para trasmitirse entre ellos lo que quisieran, y también entre su generación y la siguiente. Los mitos, las leyendas y las sagas, nunca escritas, pero nunca olvidadas, cumplían con creces esa misión. Y si algo debía hacerse presente de otro modo, más visual, para que todos los integrantes del grupo pudieran contemplarlo o reunirse en torno a ello, simplemente se pintaba o grababa sobre las inmutables paredes de las cuevas.
Los pueblos de cazadores y recolectores, en suma, no necesitaban la escritura; y tampoco requerían de ella los primeros agricultores y ganaderos, cuyos excedentes eran tan escasos que carecía de sentido registrar su volumen. Son, en suma, las primeras civilizaciones estatales las que pueden con todo derecho reclamar la autoría de los primeros signos merecedores del nombre de escritura. Sin embargo, no han faltado descubrimientos que han puesto en tela de juicio tan contundente afirmación. Ya desde hace mucho tiempo se tiene constancia de la existencia de signos de carácter posiblemente simbólico muy anteriores a la escritura sumeria. Sabemos, por ejemplo, que la llamada cultura Vinča, un pueblo de agricultores y ganaderos que habitó en los territorios del sureste de Europa entre el séptimo y el sexto milenio a.C., produjo ya caracteres que podrían considerarse pictogramas. Y no hace mucho, en el 2005, se hallaron en la provincia china de Henan signos de carácter geométrico grabados sobre caparazones de tortuga que fueron datados también en época neolítica, hacia el sexto milenio a.C. aproximadamente. Como era de esperar, los defensores de la teoría tradicional han descartado que estos hallazgos puedan considerarse una verdadera escritura. En su opinión, no irían más allá de una suerte de protoescritura más cercana al arte que a la escritura misma. Pero ¿acaso resulta tan fácil de deslindar la frontera entre una y otra manifestación del espíritu humano? ¿Qué decir, entonces, de los signos grabados por el hombre primitivo en las paredes de las cuevas que le servían de hogar? ¿Resultaría entonces también disparatado afirmar que esas primeras manifestaciones artísticas del hombre fueron algo más que arte? ¿No podríamos, en realidad, encontrarnos ante el primer lenguaje escrito de la humanidad? Aunque parezca sorprendente, es lo que sostiene la más moderna teoría sobre el origen de la escritura, formulada por el paleontólogo italiano Emmanuel Anati a comienzos de la década de 1990.
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