Respuestas
Respuesta:
por que no creían en Jesús
Explicación:
no tenían fé en creer en Dios
Respuesta:
En otras palabras: Los que no tienen suficiente fuerza abandonan a mitad de camino, pero ahora te estás poniendo límites a ti mismo. Esa fue la respuesta de Confucio a su discípulo Ran Qiu, cuando le dijo que no tenía fuerza suficiente para seguir sus enseñanzas. Confucio quería decir que lo que el discípulo estaba haciendo era como dibujar un círculo en el suelo y encerrarse en él: Dices que no puedes salir del círculo sin ni siquiera intentarlo. Por eso eres tú mismo el que se auto-limita. Eres tú quien no quiere salir fuera de ese círculo. Esto ilustra el hecho de que el miedo es la emoción más difícil de manejar. Ante el dolor, lloramos; con la ira, alzamos la voz, pero el miedo está anclado silenciosamente en nuestro corazón. El miedo nos impide vivir nuestra vida con verdadero sentido y nos quita la libertad de amar. Eso explica por qué Cristo recordaba a sus discípulos tantas veces: No tengan miedo. Desde el pecado original, el ser humano tiene miedo. Y lo más notable es que incluso tiene miedo de Dios. Así, nada más desobedecer a Dios y comer del árbol prohibido, Adán respondió al Señor, cuando le preguntaba, diciéndole que tenía miedo de Él: ¿Dónde estabas? Y él dijo: “Te oí en el huerto, tuve miedo porque estaba desnudo, y me escondí”. “¿Quién te ha hecho saber que estabas desnudo?”, le preguntó Dios. “¿Has comido del árbol del cual Yo te mandé que no comieras?” (Gn. 3:9-11). Aunque fuimos bautizados y con eso quedó eliminado el pecado original, quedan en nosotros huellas de ese pecado, especialmente el miedo, que nos debilita y nos lleva a las peores perturbaciones. Quizás recuerdes la película Sin Perdón, de Clint Eastwood. Hay una escena en la que el personaje interpretado por Eastwood está en pie, junto al malvado sheriff que había caído al suelo. Tiene la pistola cargada y el dedo en el gatillo. Mira al sheriff y éste le dice: Nos veremos en el infierno. Y mientras aprieta el gatillo, Eastwood reconoce que sí, que se volverán a ver en el infierno. Con esa fuerza, el miedo nos sujeta al mal y nos hace esclavos de nuestras pasiones. Sabemos bien que los adolescentes tienen un miedo especial a ser excluidos de los círculos de sus compañeros y de no ser aceptados por sus grupos de amigos. En consecuencia, a fin de complacer a sus iguales, muchos de estos jóvenes comienzan a utilizar un lenguaje grosero y a hacer cualquier cosa que el grupo les pida, aunque sea algo realmente grave. Nuestros enemigos son internos y externos. La primera lectura de hoy describe a éstos últimos con fuerza: Oía los rumores de la gente: “¡Terror por todas partes! ¡Denúncienlo! ¡Sí, lo denunciaremos!”. Hasta mis amigos más íntimos acechaban mi caída: “Tal vez se lo pueda seducir; prevaleceremos sobre él y nos tomaremos nuestra venganza”. Cualquier sicólogo estará de acuerdo en que tenemos muchos miedos: a la muerte, a ser separados de quien amamos, a perder control de las situaciones, miedo a comprometernos, a equivocarnos, a ser rechazados, miedo a perder un trabajo, a que se rían de nosotros…incluso miedo al éxito y sus consecuencias, como puede ser la envidia de nuestros amigos. Para colmo, hay muchos miedos inconscientes. Por otro lado, si alguien deja de fumar por temor a que se le produzca un cáncer de pulmón, tenemos un miedo saludable, porque el peligro es real y el miedo nos puede llevar a dar pasos para evitarlo. Si un león está a punto de saltar sobre ti, el miedo puede ser muy útil, en ese caso. Si tienes un examen difícil y eso te produce miedo en la semana anterior, también puede ser algo bueno,., sobre todo si te ayuda a vencer la pereza y la lentitud. El miedo puede ser algo muy complejo. Por ejemplo, cuando el buen ladrón llama la atención al otro ladrón que estaba junto a Cristo, le dice: ¿Ni siquiera temes tú a Dios? Él temía al que puede destruir alma y cuerpo en el infierno y a la vez está pidiendo, de alguna manera, ser unido a Cristo. Por eso Cristo habla del único miedo positivo y necesario: El temor a Dios como don del Espíritu Santo. El temor de Dios, definido en la Biblia como “el principio de la verdadera sabiduría”, coincide con el respeto a su autoridad sobre la vida y sobre el mundo.
Explicación:
Espero que te sirva