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Pertenecen a la vida consagrada hombres y mujeres que añaden a los preceptos comunes para todos los fieles, los tres consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia, por medio de los votos o promesas perpetuas o temporales.
El fundamento de la vida consagrada es el seguimiento de la persona de Jesús; ha sido Jesucristo quien ha llamado a que le sigan, constituyéndose en el norte, origen y fin último del peregrinar de todo religioso. Es así como toda búsqueda de sentido en la consagración de un religioso tiene su base en el Evangelio.
La vida consagrada es "una parábola de fraternidad en un mundo herido": así lo escriben los obispos de España en su mensaje para la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, prevista para el 2 de febrero, fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo. "Esperanza para el mundo", "fermento de Cristo en la masa de la humanidad", las personas consagradas son recordadas por los prelados con gratitud y aprecio por el "compromiso" y el "testimonio" que ofrecen al mundo. Al mismo tiempo, la celebración de la Jornada de la Vida consagrada, “quiere ayudar a toda la Iglesia a valorar cada vez más el testimonio de quienes han elegido seguir a Cristo de cerca mediante la práctica de los consejos evangélicos y, al mismo tiempo, quiere ser para las personas consagradas una ocasión propicia para renovar los propósitos y reavivar los sentimientos que deben inspirar su entrega al Señor”.
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