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El médico y biólogo británico Edward Jenner nació en Berkeley, condado de Gloucestershire el 17 de mayo de 1749. Era el cuarto hijo del reverendo Jenner, vicario de Berkeley.
Cuando contaba tan sólo 5 años su padre falleció y quedó bajo la protección de su hermano mayor, también clérigo. Sus primeros estudios los realizó en la escuela local y desde muy temprana edad mostró gran interés por la naturaleza, especialmente por la zoología.
Con 21 años inició sus estudios en el Hospital San Jorge de Londres con el famoso cirujano y anatomista John Hunter.
Entre ellos nacería una amistad que perduraría hasta la muerte del maestro. El joven Edward estudió además geología, el plumaje de las aves, la historia natural de las anguilas y la temperatura de los erizos.
En 1773 y tras rechazar el puesto de naturalista en la segunda expedición del capitán Cook por el océano Pacífico, Jenner volvió a su pueblo natal para ejercer la medicina.
Prestaba una especial atención a sus pacientes, lo que le granjeó el aprecio y el respeto de sus vecinos. Cinco años más tarde se casaría con Catalina Kingscoke, eficaz colaboradora de su marido, y con quien tuvo tres hijos.
La viruela
En aquella época, la viruela era una plaga infecciosa muy temida que azotaba fundamentalmente a Europa y América, y para la que no había tratamiento ni forma de prevenirla. Estaba causada por el Variola virus, aunque en aquella época no se sabía.
El nombre de viruela proviene del latín "varius" (de variado o variopinto), y se refiere a los abultamientos que aparecen en la cara y en el cuerpo de una persona infectada. La infección provocaba gran mortandad y los supervivientes quedaban marcados de por vida.
Jenner observó que las vacas padecían una enfermedad llamada Vaccina o viruela de las vacas, que produce erupciones en las ubres semejantes a las que produce la viruela humana.
“Probó su vacuna con un niño de 8 años“
En ocasiones, contagiaban la enfermedad a las lecheras, en las que aparecían pústulas en las manos. Por fortuna, era una dolencia de carácter benigno y los afectados no tardaban en recuperarse con muy pocas secuelas.
Pero lo que verdaderamente llamó la atención de Jenner fue que estas personas se volvían inmunes contra la viruela humana.
Experimentos con la vacuna
Jenner decidió probar ese conocimiento empírico y tuvo la idea de inocular a una persona sana con la viruela de las vacas para conferirle inmunidad frente a la terrible enfermedad.
El 14 de mayo de 1796 extrajo pus de una pústula de la mano de Sarah Nelmes, una ordeñadora que había contraído la viruela de su vaca lechera, y lo inoculó a un saludable niño de 8 años llamado James Phipps.
El pequeño desarrolló una leve enfermedad entre el 7º y el 9º día. Se formó una vesícula en los puntos de inoculación, que desapareció sin la menor complicación. El 1 de julio, inoculó al niño con la temida viruela, pero no enfermó.
Jenner envió un informe a la Royal Society de Londres, que lo rechazó. En 1798 publicó a sus expensas el libro “Investigación acerca de las causas y efectos de la viruela vacuna” y comenzó una campaña en pro de su “vacuna”, que fue muy discutida.
Los científicos de la época, e incluso la Asociación Médica de Londres, se opusieron al tratamiento de Jenner y, en muchas ocasiones realizaron críticas violentas e injuriosas. Incluso desde los púlpitos se predicaba que la vacuna era una acción anticristiana.
Finalmente, su vacunación acabó imponiéndose, aunque hoy en día sus métodos de experimentación serían inaceptables por contravenir los principios de la ética médica.