• Asignatura: Salud
  • Autor: yadiraosis94
  • hace 6 años

Construye una explicación del efecto que los conflictos generan en las emociones, comportamiento y en la salud.

Respuestas

Respuesta dada por: glorisilva07
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Explicación:

Las reacciones emocionales prolongadas en el tiempo mantienen niveles de activación fisiológica intensos que pueden deteriorar nuestra salud si se cronifican: la activación del sistema nervioso autónomo con elevación de la frecuencia cardíaca, hipertensión arterial, aumento de la tensión muscular, Los estados de ánimo, los sentimientos y las emociones, incluso las más leves, pueden, por tanto, influir sobre la gestión del conflicto, condicionando el comportamiento humano en su desarrollo así como las respuestas que se dan durante su gestión; y ello tanto en el ámbito intrapersonal, Por otro lado, cuando las emociones negativas son excesivamente intensas o duraderas pueden perjudicar nuestra salud, pues al activarnos en exceso, nos hacen más vulnerables a contraer enfermedades. A grandes rasgos, la salud se ve afectada por diversos factores (biológicos, psicológicos y sociales). Un estudio realizado por investigadores finlandeses sugiere que las emociones que sentimos son universales y se manifiestan de manera parecida en todos los seres humanos. Según ellos, lograron crear un mapa emocional que ilustra cómo es que las personas sentimos. Amor, alegría, dolor, tristeza… El miedo, la tristeza, la ira y el asco son estados emocionales que, cuando son intensos y habituales, afectan negativamente la calidad de vida de las personas. En consecuencia, las emociones negativas constituyen actualmente uno de los principales factores de riesgo para contraer enfermedades físicas y mentales

Respuesta dada por: Dhkghkh
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Cuando nos enfrentamos a una situación, experimentamos casi inmediatamente una sensación de rechazo o de atracción. Ese rechazo puede traducirse en rencor, disgusto u odio mientras que la atracción se convierte en curiosidad, alegría o felicidad.

En este punto del camino pueden ocurrir dos cosas: nos dejamos llevar por las emociones que estamos experimentando poniendo en práctica un comportamiento emocional e impulsivo, o reflexionamos sobre lo que nos sucede e intentamos mitigar el impacto de esas emociones para comportarse de manera más reflexiva y racional. De una u otra forma, las emociones siempre están presentes y nuestro éxito y bienestar psicológico depende en gran medida de nuestra capacidad para reconocerlas, interpretarlas y gestionarlas.

Nuestras emociones se fundamentan en nuestros instintos, son formas de reacción instintivas ante los estímulos que nos produce el entorno. Nuestro mundo emocional nos provoca unas determinadas reacciones en nuestro cuerpo, como vestigios de una forma animal de reacción ante situaciones externas difíciles.

A lo largo de nuestra evolución como especie, gracias a las emociones hemos podido responder rápidamente ante aquellos estímulos que amenazaban nuestro bienestar físico o psicológico, garantizando nuestra supervivencia. Además de esta función primordial adaptativa, las emociones cumplen una función social y otra motivacional. A través de la primera, facilitan la interacción social, permitiendo la comunicación de los estados afectivos y promoviendo la conducta prosocial. Y, por otra parte, la emoción es la encargada de energizar una conducta motivada, aquella caracterizada por poseer dirección e intensidad. Una conducta “cargada” emocionalmente se realiza de forma más vigorosa y se ejecutará de forma más eficaz, adaptándose a cada exigencia.

El miedo-ansiedad, la ira, la tristeza-depresión y el asco son reacciones emocionales básicas que se caracterizan por una experiencia afectiva desagradable o negativa y una alta activación fisiológica.  

La salud se ve afectada por diversos factores (biológicos, psicológicos y sociales).

En el ámbito psicológico concretamente, ante ciertos problemas de mayor o menor importancia, podemos sentir agobio, ansiedad y tristeza.  

Nuestro cuerpo reacciona y se produce la “respuesta de estrés” que a la larga puede causar alteraciones en nuestro cuerpo a través de los siguientes sistemas:

SISTEMA INMUNOLÓGICO: disminuyen las defensas, aumentado el riesgo de enfermedades (cáncer, herpes, gripe)

SISTEMA CARDIOVASCULAR: aumenta la presión arterial y el riesgo de enfermedades coronarias.

SISTEMA GASTROINTESTINAL: cambios en ácidos gástricos que lleva a riesgo de trastornos digestivos (ulcera, reflujo…)

Asimismo, el estrés lleva a malos hábitos (fumar, beber, dejar de hacer ejercicio, no dormir bien ni llevar una dieta equilibrada etc.), que también perjudican nuestra salud.

Hay varias explicaciones por las que un elevado estado de emocionalidad negativa puede tener consecuencias para la salud:

Al experimentar ira, tristeza, ansiedad o depresión de manera intensa, tienden a producirse cambios de conducta que hace que abandonemos hábitos saludables como la alimentación equilibrada, el ejercicio físico o la vida social y los sustituyamos por otros como el sedentarismo o la adicciones (tabaco, alcohol) para contrarrestar o eliminar estas experiencias emocionales.

En definitiva, existe una relación estrecha entre emociones y salud. La reacción ante determinadas situaciones y las emociones son diferentes en cada individuo. Hay personas que ante un exceso de carga emocional tienen problemas físicos (cefaleas o trastornos digestivos) cognitivos (excesiva preocupación, obsesiones) o conductuales (adicciones). Por tanto, hay un síntoma de alarma diferente para cada persona.

Las reacciones emocionales prolongadas en el tiempo mantienen niveles de activación fisiológica intensos que pueden deteriorar nuestra salud si se cronifican: la activación del sistema nervioso autónomo con elevación de la frecuencia cardíaca, hipertensión arterial, aumento de la tensión muscular, disfunción central de la neurotransmisión, activación del eje hipotalámico-hipofisario-corticosuprarrenal con perturbación de ritmos circadianos de cortisol etc. Esta alta activación fisiológica puede estar asociada a un cierto grado de inmunosupresión, lo que nos vuelve más vulnerables al desarrollo de enfermedades infecciosas o de tipo inmunológico.

En relación a los trastornos cardiovasculares, varios estudios han mostrado que la depresión es un factor de riesgo significativo de enfermedad coronaria, infarto de miocardio y mortalidad cardíaca y también se ha relacionado con una peor evolución de los pacientes coronarios.

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