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"Me apresure a crusar la calle. Aunque les parezca imposible de que alguien sobreviviera a tal impacto les cause (gracia?, quiza), pero sin embargo, yo sentí esperanza. breves minutos después; se esfumaron por completo. Ella ya estaba muerta".
"Ayer me apetecía tomar un helado. Estaba sentado en un banco, en el parque, y la heladería quedaba al otro lado, cruzando la calle. Me levanté rápido y fui hacia allí, pero no miré al cruzar la carretera y un coche me atropelló. Por suerte no fue fuerte el impacto, el conductor me vio y pudo frenar, pero, aún así, ahora estoy en el hospital, en observación durante 24 eternas horas en las que me obligan a permanecer aquí tumbado en la cama...".
"Estábamos caminando en un bosque, mi amada y yo, cuando una jauría de lobos apareció en las cercanías, y yo le dije a mi amada que huyera; mientras yo alejaba a las bestias, ella logró escapar, pero yo no lo logré y es por eso amigo mío, que hoy estoy contigo, compartiendo con los gusanos y las raíces de las flores, esta tierra consagrada, del panteón de la ciudad".
"Hacía mucho que no habíamos ido de paseo al Centro de la ciudad. Y cuando llegamos había un tumulto frente a la tienda, y de entre el tumulto surgió él: alto, fuerte, con un altavoz en mano, pidiendo a la multitud que fuera a protestar por la ley que cobraba impuesto por el aire. Y cuando la gente comenzó a avanzar, él se acercó a mí, me miró fijamente y me dijo “sígueme”. La fuerza de su personalidad me hizo seguirlo. Caminaba con seguridad, con altivez, con heroísmo. Cuando llegamos a la plaza, subió en un templete improvisado, y tras de él otras dos personas con altavoces. Expresó con gran elocuencia el derecho de todo ser humano a respirar el aire; a que si las plantas no cobran por producir oxígeno, por qué el gobierno pretende cobrar por el aire; que el embargo de aire es sólo un disfraz de un genocidio… Mientras la multitud alzaba la vista para escucharlo, un hombre se deslizaba entre el gentío. Él no lo miraba. Iba casi cabizbajo, con la mano derecha cubierta por el saco y la izquierda evitando que el saco se abriera. Luego en un instante, todo fue caos: La explosión de un arma, el caudillo desplomándose inerme, la gente corriendo sin dirección, y algunos como yo, parados en medio sin saber qué hacer".
"Ayer me apetecía tomar un helado. Estaba sentado en un banco, en el parque, y la heladería quedaba al otro lado, cruzando la calle. Me levanté rápido y fui hacia allí, pero no miré al cruzar la carretera y un coche me atropelló. Por suerte no fue fuerte el impacto, el conductor me vio y pudo frenar, pero, aún así, ahora estoy en el hospital, en observación durante 24 eternas horas en las que me obligan a permanecer aquí tumbado en la cama...".
"Estábamos caminando en un bosque, mi amada y yo, cuando una jauría de lobos apareció en las cercanías, y yo le dije a mi amada que huyera; mientras yo alejaba a las bestias, ella logró escapar, pero yo no lo logré y es por eso amigo mío, que hoy estoy contigo, compartiendo con los gusanos y las raíces de las flores, esta tierra consagrada, del panteón de la ciudad".
"Hacía mucho que no habíamos ido de paseo al Centro de la ciudad. Y cuando llegamos había un tumulto frente a la tienda, y de entre el tumulto surgió él: alto, fuerte, con un altavoz en mano, pidiendo a la multitud que fuera a protestar por la ley que cobraba impuesto por el aire. Y cuando la gente comenzó a avanzar, él se acercó a mí, me miró fijamente y me dijo “sígueme”. La fuerza de su personalidad me hizo seguirlo. Caminaba con seguridad, con altivez, con heroísmo. Cuando llegamos a la plaza, subió en un templete improvisado, y tras de él otras dos personas con altavoces. Expresó con gran elocuencia el derecho de todo ser humano a respirar el aire; a que si las plantas no cobran por producir oxígeno, por qué el gobierno pretende cobrar por el aire; que el embargo de aire es sólo un disfraz de un genocidio… Mientras la multitud alzaba la vista para escucharlo, un hombre se deslizaba entre el gentío. Él no lo miraba. Iba casi cabizbajo, con la mano derecha cubierta por el saco y la izquierda evitando que el saco se abriera. Luego en un instante, todo fue caos: La explosión de un arma, el caudillo desplomándose inerme, la gente corriendo sin dirección, y algunos como yo, parados en medio sin saber qué hacer".
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