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Todos los que de alguna manera hemos estudiado las consecuencias de la última dictadura española, tenemos claro lo nocivo que es para los derechos humanos el abigarramiento de religión, sociedad y política. Incluso diría más: si la religión se impone, ésta queda despojada de uno de los argumentos de paternidad que Dios ha dado al hombre: la libertad. Actualmente en España y gracias al Artículo 16 de nuestra Constitución, la libertad religiosa está garantizada e incluso ha llegado a materializarse en una equilibrada convivencia entre las distintas confesiones que se asientan en nuestro país, verbigracia, cristiana y musulmana. No obstante, esto no quita que se mire con cierto recelo la posible influencia que del fundamentalismo religioso de ciertos países árabes-musulmanes pueda llegar a nuestras fronteras, y cuyo principal ardid es el de intentar imponernos un sistema político-religioso imposible de admitir en un Estado de Derecho. Es decir, y como describe acertadamente el jesuita egipcio Khalil Samir : por una parte tendríamos a quienes nos quieren imponer un proyecto global sociopolítico, que incluye a la religión y a la cultura, y por otro a una civilización global, que es la occidental, la cual ya no se reconoce religiosa, aunque sus fuentes y raíces sí lo sean. Una buena muestra de esta ingenua secularización es la pobre repercusión que ha tenido en la opinión pública española el pasotismo de las tropas de Occidente en Afganistán a la hora de garantizar los derechos de Abdul Rahman , un afgano que por declararse cristiano ha tenido que arrostrar, recientemente, el peso de la sharía (ley islámica).
Tal vez nuestro cínico laicismo esté subvirtiendo al derecho a la libertad religiosa, postrándolo en una especie de libertinaje consentido, circunstancia que, desde luego, aprovecha --incluso en nuestro Estado-- el integrismo islámico.
Explicación: Al tenor del artículo 18 constitucional, “nadie será molestado por razón de sus convicciones o creencias ni compelido a revelarlas ni obligado a actuar contra su conciencia”. Nadie. Y de acuerdo con el 19, “toda persona tiene derecho a profesar libremente su religión y a difundirla en forma individual o colectiva”.
DAME CORONITA PLIS
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Dale corona al de arriba:v
Está bn su respuesta