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Los obstáculos entre la religión musulmana y la religión católica son numerosos. Que se trate de la persona de Jesús, del dogma de la Trinidad, del concepto de Revelación, de la libertad religiosa, de la oración, de la salvación, de la condición de la mujer, etc., a la raíz de todas estas divergencias hay una relación distinta respecto a nuestras correspondientes «Escrituras».
Corán y Biblia
Para el creyente musulmán el Corán es la Revelación. Los musulmanes devotos lo consideran como un «dictado sobrenatural anotado por el profeta inspirado», escribía el orientalista Louis Massignon a comienzos del siglo pasado. Además, el Corán es la revelación última que resume todos los Libros anteriores, en particular el de Moisés (la Torá) y el de Jesús (el Evangelio). El Corán es también el Libro. De alguna manera, es Dios hecho libro. En el cristianismo, la Biblia no está considerada la Revelación; en cambio, los libros que forman esta Biblia se dice que han sido inspirados, en el sentido que permiten conocer a quien, en el cristianismo, es la Revelación, Jesús de Nazaret, Dios hecho hombre. El concepto de revelación no tiene, por consiguiente, el mismo significado en el islam y en el cristianismo. Por un lado, la Revelación es un libro, el Corán; por el otro, la Revelación es una persona, Jesucristo. ¡De aquí nacen terribles confusiones!
Mahoma y Jesús
Uno de los malentendidos más dolorosos concierne precisamente a la persona de Jesús. Musulmanes y cristianos lo reivindican. Pero, ¿podemos afirmar que se trata de la misma persona? En el islam, Jesús (Aïssa) es uno de los numerosos profetas musulmanes enviados por Dios para recordar el pacto primordial entre Dios y su creación. Siguiendo el ejemplo de otros profetas musulmanes de tiempos pasados (Adán, Abrahán, Noé, Moisés, etc.), Jesús (Aïssa) es también un gran profeta musulmán, justo por debajo de Mahoma. Como éste, Jesús es un profeta-enviado: trae consigo un libro, el Evangelio (al-Indjîl), con el que los cristianos se identifican, pero que han falsificado; esta terrible acusación hace que, para conocer la auténtica figura de Jesús, se tenga que recurrir al Corán, la única revelación creíble. Al final, el malentendido se duplica porque el Corán es, para todo musulmán, la última Escritura entregada a Mahoma, sello de toda profecía. Ahora bien, es imposible para los cristianos reconocer a Mahoma como profeta, ni siquiera como ejemplo de fidelidad total a Dios. A lo sumo pueden verle como un personaje de los primeros años del Antiguo Testamento, antes que la palabra de Dios reglamentara las costumbres. Respecto a este punto, la distancia entre cristianos y musulmanes es inmensa. En lo que atañe a Jesús éste es, entre cristianos y musulmanes, un vínculo muy fuerte y, también, «la manzana de la discordia», escribe el pensador musulmán Mohammed Talbi, que dice: «El islam lo reivindica y lo glorifica. Pero, por este motivo, corolario inevitable, Jesús es también el punto focal de las divergencias que oponen a cristianos y musulmanes. Honestamente, tenemos que reconocer que nuestras divergencias son insuperables».
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