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Quizás en ningún otro momento del largo periodo virreinal, la capital novohispana había transformado tanto su paisaje urbano como en la última década del siglo XVIII. En 1789 llegó a la Nueva España el virrey, don Juan Vicente Güemes Pacheco y Padilla, segundo conde de Revillagigedo. Para su sorpresa se encontró con una ciudad que era prácticamente un chiquero. La gente solía tirar su basura en las calles; el comercio establecido en el Parián cotidianamente dejaba la plaza mayor hecha un muladar, y las otrora transparentes acequias se habían convertido en riachuelos de aguas negras. En el ambiente se respiraba un fétido y nauseabundo olor producido por la malsana costumbre de la gente que hacía sus necesidades en donde le asaltaban las ganas.
Explicación:
buena suerte