Respuestas
1. La necesidad de preparar a los estudian-tes
para ser ciudadanos responsables, éticos, solidarios,
no-violentos, sanos y productivos, ha sido establecida
en numerosas ocasiones. Tedesco (2000) da cuenta de la
reorganización de las sociedades que se está enfrentando en la
actualidad, tanto desde lo económico y político, como desde lo
social, y la crisis subjetiva (del sujeto) que eso conlleva. Enfatiza
que los cambios culturales, tecnológicos, laborales, etc. exigen
a la educación tener como centro a los valores democráticos,
asegurando un desarrollo integral y equitativo para todas las
personas. Por otra parte, el informe Delors (1996) de la UNESCO,
marco filosófico para las reformas educativas de América Latina
y el Caribe, propone cuatro saberes esenciales en los que debe
asentarse la educación: aprender a conocer, aprender a hacer,
aprender a ser y aprender a convivir. Claramente, los últimos
dos pilares, al menos, hacen alusión a la formación de personas
que sean competentes interpersonal y afectivamente, y
capaces de conducirse ética y responsablemente en contextos
heterogéneos. Desde la filosofía, Morin (1999) argumenta la
necesidad de una educación en y para la democracia, educar
para desarrollar una comprensión que permita aprehender la
complejidad de la condición humana y un auto examen crítico
permanente.
Desde esta perspectiva también, el proyecto DeSeCo
de la OECD (2005) clasifica las competencias clave que
debiera desarrollar la educación en tres grandes categorías,
interrelacionadas. En primer lugar, identifica la necesidad
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de que las personas puedan utilizar y adaptar una amplia
variedad de herramientas, tanto físicas (como tecnologías de
la información), como socioculturales (como la utilización del
lenguaje), para interactuar efectivamente con su contexto.
Segundo, la interconectividad e interdependencia en el
mundo requiere que las personas puedan involucrarse con
otros de proveniencias diversas, sabiendo interactuar en
grupos heterogéneos. Por último, las personas necesitan
ser responsables del manejo de sus propias vidas, situar
su experiencia en el contexto social más amplio, y actuar
autónomamente. Las competencias que se proponen están
ancladas en valores democráticos que implican poder lograr
el potencial individual de las personas en conjunción con el
respeto a otros y la contribución al desarrollo de una sociedad
igualitaria. Subyace a éstas un marco de reflexividad —
metacognitiva, creativa y crítica— sobre el pensamiento y la
acción, considerando cómo la gente construye su experiencia
interpersonal, afectiva y moral. De esta propuesta se
desprende claramente la necesidad de fomentar el desarrollo
de competencias sociales, afectivas y éticas, entendiendo éstas
como parte de los logros imprescindibles de la educación
formal en la actualidad.