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Respuesta:
Vino la Nochebuena, y eran míos
tus ojos, grandes como la piedad.
Raros por apacibles y bravíos,
llenos de misteriosos albedríos,
hondos de multitud y soledad.
Te quise demasiado. Me quisiste
quizá un poco menos o algo más.
Y en la tierna penumbra me dijiste
con una voz que parecía triste:
<<¡Esta noche... no la olvido jamás!>>
Nos besamos un poco. Tus miradas
me agobiaron de plácido fulgor.
Se rompieron las doce campanadas,
y bajo las antiguas enramadas
florecía en los sueños el amor.
<<¡Feliz año!>>, dijiste. Y el reflejo
de tus labios fue dulce para mi.
En el aire, a la luz, como un espejo,
se nos iba cantando el año viejo,
y el año nuevo se llenó de tí.
Tu voz, fresca y alegre, se fundía
con el cálido acento de mi voz.
Los claveles temblaron de alegría;
y en el amanecer..., ya con el día,
entre besos hablábamos los dos...
Nunca más vi tus ojos tan extraños
ni supe de sus besos otra vez...
¡Cómo duelen los hondos desengaños!
¡Una noche de amor entre dos años,
sólo de olvido floreció después!...
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