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En vísperas de la próxa reunión del G20, que se celebrará en Estados Unidos a finales de este mes, vale la pena hacer un repaso las economías de los países emergentes (BRIC) e identificar pistas sobre cómo salir de la crisis económica.
Brasil, Rusia, India y China son países que acuden de pleno derecho a las reuniones del G20. Más aún, entienden que es obligación del G8 (los ocho países más industrializados del mundo) el invitarles a dichas reuniones. Su peso poblacional es enorme: más de 3 billones de personas y, sobre todo, su peso económico mundial es cada vez mayor. Pero, además y, sobre todo, se están convirtiendo en ejemplos a seguir para otras economías que, en las circunstancias actuales, quieren salir de la crisis económica. Y no me refiero a Namibia, Ghana o Bolivia, sino a países supuestamente ricos, como España o Italia, cuyas economías están, ahora, en franco retroceso.
No deja se ser irónico que, algunos, de los llamados países desarrollados (Italia, España, ejemplo) deban tomar nota (o lecciones) de lo que están haciendo países emergentes, como Brasil, Rusia, India y China. Y, sin embargo, es así. Su peso en el orden geopolítico es tal que Estados Unidos (tanto con G.W. Bush como ahora con Barack Obama) no puede dejar de tenerles en cuenta en cualquier cosa que haga: ni en el ámbito económico, donde el PIB americano supone casi un 25% del total mundial, ni en la configuración de su política exterior. Esta realidad es la que lleva a Thomas P.M. Batt, autor del bestseller publicado "The New York Tes, "The Pentagon's new Map" (2009) a defender la tesis de que la labor principal de los Estados Unidos, hoy, es mantener su hegemonía como principal potencia mundial. Batt sostiene que, frente al "orden post americano" defendido el director de Newsweek, Fareed Zakaria, la globalización es una invención netamente americana; tanto, si Norteamérica quiere seguir siendo el prer país del mundo, lo que tiene que hacer es atraer a los cuatro países emergentes BRIC a "su" propio fenómeno de la globalización, e integrarles en "su" propio sistema; no vaya a ser que estos países se monten una globalización su cuenta, al margen de América o la Unión Europea.
Brasil es el país líder del subcontinente americano; Rusia (habiendo dejado aparcadas sus ambiciones periales, pero sin renunciar a su área de influencia "natural": las antiguas 15 repúblicas exsoviéticas y los Países del Este que, hoy, bien están en la Unión Europea, bien son miembros de la OTAN) es una potencia energética que, todos los inviernos mantiene en vilo a Europa, "no vaya a ser nos corte el suministro de gas, debido a sus conflictos con Ucrania" y es una enorme fuente de recursos naturales. Además, Rusia ha tenido la (mala) costumbre de proveer de materias pras, hasta ahora, a enemigos declarados de Estados Unidos, como Corea del Norte o Irán, entre otros. Sus reservas de petróleo y carbón (dejemos de lado, un momento, el problema del cambio clático, que ya trataremos desde el punto de vista económico) le convierten en un partner indispensable con el que hay que contar, guste o no guste.
China: capitalista y fábrica del mundo
China, con independencia de sus 1,3 billones de habitantes (cifras oficinales según el censo elaborado el Gobierno chino y el Partido Comunista, PCCH), condiciona enteramente la política exterior de los EEUU en Asia, donde cada vez más supera a Japón en influencia (aunque todavía no en PIB). Desde las reformas introducidas el "pequeño Tonel", Deng Xiaping a principios de los años ochenta, cuando afirmó "en China, hacerse rico es glorioso" (la frase es textual) 400 millones de chinos han salido de la extrema pobreza y, viviendo en las grandes urbes de la costa en torno a grandes centros de producción, semiprivada y/o estatal, se han convertido en el equivalente a nuestra clase media: ingresos anuales de entre 8 y 9.000 euros, algo parecido a lo que en Europa supondrían unos ingresos de entre 36.000 y 40.000 euros anuales hogar. China es hoy "la gran fábrica" de bajo coste del mundo y de, ahí que, en un mundo globalizado donde la demanda consumista de Occidente incita a producir, los chinos se han posicionado como los más eficaces y los más eficientes. Que, a pesar de ser un país comunista, no tengan un sistema nacional de Seguridad Social (como el que tenemos en la Unión Europea, ejemplo), sería objeto de otro artículo: irónico, pero hasta los paraísos comunistas, tienen desigualdades...