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OLMO: otro día de soledad y de dolor en esta pobre ribera del río Duero con el tronco partido por un descuidado rayo, a ese rayo maldigo como maldigo mi olvidoMUSGO: no te preocupes viejo olmo yo te acompañaré hasta el renacer.OLMO: ¿renacer?MUSGO: si, el renacer de la primaveraOLMO: no creo que aguante, los leñadores están a mi acecho y pronto me convertiré en una mesa o en una sillaMUSGO: ten esperanzas mañana vendrá un ejército en tu ayuda.Al día siguiente por la mañanaMUSGO: ¿los oyes?, ya esta aquí el ejércitoEJERCITO: un dos, un dos, un dos ¡firmes!OLMO: ¿Qué?, si solo son un grupo de hormigasMUSGO: ellas poblarán tu cuerpo y evitarán el cortante filo del hacha del leñador.Al cabo de unos días el malvado leñador llegó a la ribera del río Duero en busca del viejo olmo.LEÑADOR: ja ja ja, aquí esta mi vieja víctimaOLMO: ¡alto!, ¡por favor no me cortes! , o si no?LEÑADOR: o si no que me atacara tu ejército de hormigas, no me hagas reírDe repente un montón de animales acuden en ayuda del olmo.TODOS LOS ANIMALES: ¡y nosotros!ZORRO: en verano es él el que me da sombraGORRIÓN: él es el que me deja crear mi nido en sus ramas ARAÑA: él es el que acepta las telarañas que fabrico TODOS LOS ANIMALES: así que? ¡márchate malvado leñador!OLMO: muchas gracias amigos, por salvarme y por acordaos de lo que he hecho por vosotrosDe repente una melodiosa voz hace presencia (la primavera) PRIMAVERA: ya he vuelto viejo amigo y conmigo tus bellas hojas y tus bellas y bonitas flores. Y ahora me marcho a hacer felices otros árbolesOLMO: muchas gracias primavera? MUSGO: te lo dije, todo se arreglaría
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Camille Lewis solo deseaba una cosa
es la vida, aunque ni ella sabía que era. Claramente su vida no era perfecta,
empezando por su actitud; fría y maldita, como ella misma se describía. Después
su físico, y no es que fuera fea, sino que así se sentía. Era de piel morena,
de caderas anchas y de estatura baja; pero a pesar de todo su rostro era
agradable y hasta lindo. Su cabello largo y profundamente negro estaba recogido
aquella tarde, la última en que la vi, en una cola francesa.
Su vida,
llena de altibajos, era más bien una prisión en la que su celda se encontraba
en lo más profundo, oscuro y húmedo de esta; tan deprimente que hasta la rata
más callejera y sucia se sentiría devastada. Y en donde la única persona que
tenía la llave de esa celda era su madre. Jane Sand. La temible Jane Sand...
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