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La historia de México, país ubicado en el norte del continente americano (en la porción más septentrional de Mesoamérica), se remonta a unos 4000 años (conforme al consenso de Clovis), en que se estima ocurrieron los primeros asentamientos de pobladores sedentarios. Antes de la conquista por los españoles en el siglo XVI, lo que ahora es México fue habitado por pueblos de culturas que interactuaron entre ellos en diverso grado, en el tiempo y el territorio. De aquella época sobresalen la cultura olmeca, la tolteca, la teotihuacana, la maya, la náhuatl, la totonaca, la zapoteca, la mixteca y la tarasca, entre otras.1
A la llegada de los europeos, México era un mosaico de pueblos y culturas. Después de la conquista, durante 300 años de virreinato, se fue constituyendo en un país con cierto grado de homogeneidad y rasgos comunes. En los albores del siglo XIX con la independencia que se alcanza del imperio español, se inicia el proceso de integración definitivo que da lugar al México contemporáneo. A lo largo del siglo XIX se suceden guerras y disputas internas, además de varios intentos de avasallamiento por parte de potencias extranjeras. En ese entonces México perdió cerca de la mitad de su territorio, después de lo cual empezó su consolidación como nación libre y soberana.1
Vino, al iniciarse el siglo XX, un cruento movimiento social que sentó bases políticas, jurídicas y sociales del México actual. Durante la mayor parte de tal siglo la nación vivió en paz un proceso de aprendizaje y autocorrección, tanto en lo institucional como en los aspectos social y económico. Al cabo de diversas crisis de corte fundamentalmente económico y político, la última de las cuales no aún superada, la nación evoluciona y se asienta hacia el fin de la primera década del siglo XXI, ocasión en que se cumplen 200 años de su independencia de España y 100 años de su revolución.
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Quién conquistó México? A primera vista esta pregunta parece indigna de un mal examen de primaria. Todos sabemos que "nos conquistaron los españoles" y esta trágica certidumbre define nuestra identidad: Cortés y la Malinche, Cuauhtémoc y Moctezuma son villanos y héroes, perpetradores y víctimas de nuestra terrible derrota.
Si examinamos con cuidado los sangrientos sucesos de 1519 a 1521, sin embargo, la respuesta no es tan obvia. El ejército que destruyó México-Tenochtitlan, y que tomó preso a Cuauhtémoc, no era mayoritariamente español, pues apenas contaba con mil guerreros europeos y africanos, entre varias decenas de miles de indígenas de Tlaxcala, Chalco, Tetzcoco, Matlatzinco y muchos otros pueblos. Por eso mismo, el 13 de agosto de 1521 los únicos indígenas derrotados fueron los mexicas, no sus vecinos que arrasaron la ciudad con los españoles. Cien años después, tampoco se sentían vencidos ni conquistados los autores Chimalpain, de Chalco, y Alva Ixtlilxóchitl, de Tetzcoco, que contaron la historia de sus pueblos desde los tiempos prehispánicos hasta su presente sin darle mayor importancia a la destrucción de los mexicas. Tampoco significó una derrota este suceso para los pueblos indígenas de otras regiones de México, tanto al sur como al norte, que no fueron sometidos sino hasta siglos después, y algunos nunca realmente.
Entonces, ¿quién conquistó México? Los mexicas fueron vencidos por una coalición encabezada por los españoles que reunió a casi todos los altépetl, o ciudades-Estado indígenas, del centro de México. Estos pueblos prefirieron jugársela con un bueno por conocer para no quedarse con el malo conocido: un imperio que basaba su dominio únicamente en la violencia y en la extracción de tributos, trabajo y servicios militares. Al apoyar a unos extranjeros recién llegados contra sus dominadores establecidos siguieron una venerable tradición mesoamericana que explica la caída de Tula, Cholula, Azcapotzalco y México. Por ello la inmensa mayoría de los indígenas no lamentó ni compartió la derrota de los mexicas.
Estos señalamientos nos permiten...
Estos señalamientos nos permiten responder, yendo a contrapelo del más común sentido patrio, que "México fue conquistado por los indígenas". Tal respuesta puede parecer absurda, a primera vista, porque todos sabemos que los indígenas no han mandado en el México colonial e independiente, pues el poder y la fuerza, y por ende el derecho, han pertenecido desde el siglo XVI a los grupos españoles, criollos y mestizos. Más sutilmente nos permite apreciar, sin embargo, que los indígenas han sido participantes, y muchas veces protagonistas, de los complejos cambios políticos y culturales que se iniciaron con la llegada de los europeos y africanos. A nombre del rey de España, tlaxcaltecas y otomíes conquistaron el norte de México, y sometieron y asimilaron a sus indígenas. Las comunidades indígenas han participado activamente en los grandes movimientos y revueltas de nuestra historia moderna, y por ello podemos decir que existe un liberalismo y un nacionalismo indígenas. Esta afirmación no pretende negar que los indígenas han sido sometidos, explotados, desplazados y aculturados, pero sí reconoce que han adoptado, adaptado y transformado las nuevas ideas religiosas y políticas, económicas y culturales para hacerlas instrumentos de su propia supervivencia.
Cabe preguntarse, entonces, por qué nuestra historia patria ha respondido siempre que "los españoles conquistaron México" y que la derrota de los mexicas es la de todos los indígenas. Esta respuesta significa que el periodo indígena de nuestra historia murió con el poder militar mexica, y que desde entonces México es otra cosa cristiano, occidental, colonizado, mestizo, moderno, democrático, lo que sea, pero ya nunca más indígena. Entraña, además, según los ideólogos de la mexicanidad de los últimos dos siglos, desde Carlos María de Bustamante hasta Octavio Paz, una actitud ética peculiar: una resignación cósmica que nos identifica con los "vencidos", acompañada de una firme convicción de que hay que continuar la obra de los "vencedores" en el presente y acabar con, o asimilar a, los indígenas para construir la nación. Esta respuesta es, en suma, la justificación última del poder de las élites occidentales y occidentalizantes en nuestro país.
Por ello pensar, aunque sólo sea por un instante, en la otra posibilidad, en los indígenas conquistadores, nos permite cruzar el espejo de nuestra pretendida identidad y entrar a un pasado nuevo, lleno de sorpresas y oportunidades, donde no rigen ya las certidumbres de la historia patria y desde el que podemos imaginar, también, un futuro diferente.