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Merced significa, entre otras cosas, misericordia, ayuda, caridad. Los templos mercedarios de toda España abren sus puertas para celebrar su jubileo. Ochocientos años desde que San Pedro Nolasco, un mercader de Barcelona, fuera consciente de la realidad social de aquella época en nuestro país. Una España fragmentada entonces por las luchas de la reconquista. Había pues una gran cantidad de cristianos cautivos que estaban siendo vendidos como esclavos, con alto riesgo de perder la fe. El 10 de agosto de 1218 Pedro Nolasco sintió la llamada de la Virgen para llevar a cabo su cometido, fundando la Orden de la Bienaventurada Virgen María de la Merced. Desde el principio se tuvo claro que era la obra lo que definiría a la orden. María, en palabras del padre mercedario Fray Emilio Aguirre, se nos presenta como aquella que nos aporta el vino de la libertad. Porque su fundador siempre tuvo claro que era la intercesión de María, su misericordia y su mediación lo que proporcionaba la liberación de los más desfavorecidos.
Curiosamente, en los 800 años de existencia, los mercedarios no han reparado en exceso en la canonización de sus santos, aunque haciendo un breve repaso por la nomenclatura de algunos de ellos resulta fácil reconocer la grandeza de quienes la historia y su buen hacer han otorgado relevante popularidad. Por ejemplo, en cualquier rincón del mundo es sonado el nombre de San Ramón Nonato, un aragonés nacido en 1204. Su apelativo -nonato- hace referencia al hecho de que fue sacado del útero de su madre una vez fallecida (Ramón nonato-no nacido). Se le representa además con el símbolo del martirio, con un candado en la boca con el que se le impidió seguir evangelizando tras ser capturado y encarcelado. Hoy es reconocido en todo el mundo como patrón de las mujeres embarazadas y como mediador para aquellas que no pueden dar a luz, ofreciendo al mundo innumerables milagros en forma de vida humana.
Otro redentor de cautivos fue San Serapio, mártir mercedario, conocido en la iconografía plástica gracias al fresco de Zurbarán. Pidió y recibió el hábito mercedario en 1222. Realizó varias redenciones. En la última, que llevó a cabo en Argel con su compañero redentor fray Berenguer de Bañeres, debió quedarse como rehén por algunos cautivos en peligro. El otro redentor viajó rápidamente a Barcelona para buscar el dinero. Fray Pedro Nolasco, que estaba por casualidad en Montpellier, escribió una carta urgente a su lugarteniente fray Guillermo de Bas: “que avisase a todos los conventos que recogiesen limosnas y las enviasen pronto a Argel”.
No llegó en el tiempo estipulado el dinero del rescate y los moros, defraudados, dieron atroz muerte a Serapio clavándolo en una cruz en forma de aspa, como la de San Andrés, y desmembrándolo ferozmente el 14 de noviembre de 1240.
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espero que a vos le ayude nwn