cinco aspectos que se mejoraron la participacion de la mujer en ecuador en la epoca de liberalismo
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La posición que ocupaba la mujer en la sociedad ecuatoriana hasta antes de la revolución liberal no era justa en ninguno de sus campos. El pensamiento colonial, cargado de absurdos prejuicios feudales, no había desaparecido todavía a pesar de las ráfagas de liberalismo traído por la independencia. Su sitio estaba confinado al hogar y nada tenía que hacer fuera de sus puertas, pues casi todas las labores sociales, culturales y políticas le estaban vedadas por la monolítica muralla, si no legal, al menos del convencionalismo y la costumbre. Véase, para prueba, lo que decía el Código Civil que empezó a regir desde enero de 1861:
Art. 124.- El marido debe protección a la mujer, y la mujer obediencia al marido.
Art. 125.- La potestad marital es el conjunto de derechos que las leyes conceden al marido sobre la persona y bienes de la mujer.
Art. 234.- La patria potestad es el conjunto de derechos que la ley da al padre legítimo sobre sus hijos no emancipados. Estos derechos no pertenecen a la madre.
Sólo después, en 1871, se concedió a la madre la patria potestad sobre sus hijos.
En la Constitución de 1883, en su Art. 9, se decía: “Son ciudadanos los ecuatorianos varones, que sepan leer y escribir, y hayan cumplido veintiún años, o sean o hubieren sido casados”. Aquí, expresamente se eliminaba a la mujer de la calidad de ciudadano. Disposición así no se encuentra en ninguna de las otras constituciones, ni siquiera en la Carta Negra de 1869. Y aunque no se crea, fue el liberal doctor Luis Felipe Borja el que pidió que se agregara la palabra varón para no dar lugar a ningún equívoco, pues según su criterio las mujeres no debían intervenir en política, y las que lo hacían, como madame de Stael, ¡eran perfectos marimachos!
La mujer que sobresalía por su talento y que tenía ideas avanzadas para la época era combatida implacablemente. Eso sucedió con la delicada poetisa Dolores Veintimilla, a quien el fanatismo reinante incitado por clérigos canallas, le llevó al extremo del suicidio. El portentoso Fray Vicente Solano, sólo por haber propugnado la abolición de la pena de muerte en una pequeña hoja suelta titulada Necrología, impresa en defensa de un infeliz indígena sentenciado a morir en el cadalso, se burlaba de ella y le llamaba despectivamente de mujer con tufos de ilustrada en su periódico La Escoba. Y no sólo esto. Los denuestos se prodigaron en cobardes y anónimos pasquines, según la autora únicamente por ser escrito de una mujer, es decir de un semi-animal, que es lo que piensan que somos, tal como asevera Gonzalo Humberto Mata en su documentada biografía Dolores Veintimilla Asesinada. La sucia campaña desatada hirió su espíritu sensible y la llevó a la tumba:
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