• Asignatura: Filosofía
  • Autor: nallelymero99
  • hace 6 años

¿cual es la relaciol entre verda y poder?​


Anónimo: Woooooooow
Anónimo: Oye
Anónimo: Enserio eres tu la chica de tu foto?

Respuestas

Respuesta dada por: rh2gvg
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GS

SUSCRIPCIÓN

Verdad y poder

1 MARZO, 1979

Francisco Hinojosa

 

Francisco Hinojosa

Michel Foucault, Microfísica del poder Ediciones de La Piqueta (Colección Genealogía del Poder), Madrid, 1978, 189 pp.

Al pedir a Foucault su opinión sobre la hegemonía de Nietzsche en el pensamiento actual (paralela y opuesta a la de Marx), contesta que mientras otros comentan a Nietzsche como lo harían con Hegel o Mallarmé, Foucault lo utiliza, lo deforma, lo hace gritar, y que, de ser pretencioso, pondría como título general a su propia obra “Genealogía de la Moral”. Lo explica en Microfísica del poder: “La genealogía es gris; es meticulosa y pacientemente documentalista. Trabaja sobre sendas embrolladas, garabateadas, muchas veces reescritas”. Desde Historia de la locura en la época clásica hasta el primer volumen de su Historia de la sexualidad, la obra de Foucault supone este trabajo genealógico en que el investigador y el filósofo conviven para ingresar en una moderna “escuela de la sospecha”, tal como la llamara Paul Ricoeur, de la que Nietzsche, Freud y Marx serían sus grandes instauradores. En Foucault, la moral, el poder, las instituciones se conciben dentro de un marco genealógico; es decir, dentro de una hermenéutica, una interpretación -distinta a la que rechazaban Deleuze y Guatarri al referirse a la dicotomía fundamental del libro-raíz-, un movimiento múltiple, rizomático. “La historia, genealógicamente dirigida…, intenta hacer aparecer todas las discontinuidades que nos atraviesan”.

Microfísica del poder reúne dos cursos dictados por Foucault en el Collége de France en 1976, varios debates, entrevistas y diálogos -nueve en total, publicados en diversas revistas francesas entre 1971 y 1977- y un artículo incluido en un homenaje de la editorial P.U.F. a Jean Hyppolite: “Nietzsche, la genealogía, la historia”.

El Foucault oral, asaltado por sus entrevistadores con preguntas muchas veces prescindibles para un lector atento de sus obras, o en diálogo con escolares o con altas personalidades del mundo intelectual francés, es el mismo autor claro y ordenado de Las palabras y las cosas.

Foucault y Deleuze hablan en torno al tema “Los intelectuales y el poder”. Las afinidades entre ambos escritores se ha visto ya en otras ocasiones. En su ensayo sobre Vigilar y castigar, Deleuze llama a Foucault uno de los más grandes pensadores y escritores de hoy día; por su parte, Foucault afirma en el Theatrum Philosophicum, dedicado a explotar Lógica del sentido y Diferencia y repetición, que “tal vez un día el siglo sera deleuziano”. La entrevista reproducida en Microfísica del poder permite distinguir un perfecto ensamblaje. Las intervenciones de los dos son al mismo tiempo contrapunto y continuidad: un discurso a dos voces que recorre las relaciones entre la teoría y la práctica, en una entrevista con Quel Corps, Foucault vuelve al problema de “Los intelectuales y el poder”: “Se trata en efecto de tener del presente una percepción espesa, amplia… Dicho de otro modo, hacer un croquis topográfico y geológico de la batalla…. Ahí está el papel del intelectual. Y ciertamente no es decir: esto es lo que debéis hacer.” En un diálogo con M. Fontana para la revista L’Arc, distingue dos tipos de intelectuales que se enfrentan al poder: el intelectual “universal” (“justo-y-verdadero-para-todos”) y el “específico” (nacido de la postguerra y portador de un nuevo nexo entre la práctica y la teoría). El , sería el físico atómico Oppenheimer, primer intelectual perseguido por el poder político debido más a su saber específico, su posición como sabio atómico ante el orden del saber, que por el problema público que representaba su discurso general. “No más cantor de la eternidad, sino estratega de la vida y de la muerte. Vivimos actualmente la desaparición del ‘gran escritor'”, aquel que desea monopolizar la verdad gracias a que ha sabido ser un “espíritu libre”, una especie de místico que encuentra su recompensa al trabajo solitario en una verdad “universal”, en la verdad de un más allá del mundo. Por el contrario, la función del intelectual específico, si bien necesita una inmediata reelaboración, está más cerca del binomio verdad/poder (y no ciencia/ideología), en tanto que la dirección de su saber está encaminada hacia una “política general de la verdad” acorde con un sistema social, un orden reglamentario particul

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