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Estas páginas son el fruto de un diálogo que durante el segundo semestre de 1966
tuvimos entre los que participamos en el trabajo común de la cátedra de Historia de la
Cultura. Hemos creído que l o que allí discutimos sería útil para otros alumnos, y por ello,
bien que conciendo los límites, lo proponemos a su consideración.
El punto de partida de nuestras meditaciones es el siguiente: como
latinoamericanos –ya que nos ha tocado nacer en este grupo geográfico-cultural de la
humanidad presente- debemos comprender, debemos saber situarnos en ese hecho cada
vez más próximo y autoevolutivo, que se denomina la Historia Universal.
El ”mundo de la vida cotidiana”1
está enmarcado necesariamente en ciertos
condicionamientos socio-históricos que el hombre de la calle –y aún el científico positivorecibe y “vive” ingenuamente. Es decir, las estructuras más profundas de su conciencia
concreta, de su existencia cotidiana y presente no son nunca objeto de su saber, de una
investigación científica. Se admiten elementos culturales que no se ha criticado, y que
esontánemanet se utilizan, ejercen y no se cuestionan.
Y, sin embargo, dichos elementos culturales, dichas estructuras cuasi a priori
comunitarias e históricas2
, pueden ser analizadas, y en ese momento la existencia se
transforma, se modifica radicalmente, de una maera “conciencia de algo” se trasciende a
una “conciencia de la conciencia” misma, a una autoconciencia. Es decir, de un mero vivir
ingenuamente se pasa a un vivir críticamente, a una autoevolución adulta.
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