Respuestas
1Una de las sesiones del seminario mensual de nuestro equipo de investigación fue dedicada, en diciembre del año 2002, a una discusión sobre el status y la « identidad » histórica de los dominios españoles entre el siglo XVI y las independencias. Se pusieron en tela de juicio las palabras y las realidades encubiertas por las voces « colonia » y « colonial ». La discusión tuvo, por una parte, un enfoque comparativo. El status de los dominios hispanoamericanos fue comparado con el grado de autonomía política de que disfrutaban los reinos y virreinatos europeos de las coronas de Castilla y Aragón (Jean-Michel Sallmann). La cronología y los enfoques propios de otra gran historiografía « colonial », la de la India, fueron presentados por Sanjay Subrahmanyam. Por otra parte, Juan Carlos Garavaglia expuso « el problema de fondo », la « subordinación de una sociedad a otra » y los datos socio-económicos (la producción de metales preciosos, el trabajo forzoso, el intercambio desigual) que permiten hablar de la dependencia de los territorios americanos respecto a la península ibérica y, más generalmente, a las potencias europeas. Mi propia propuesta consistió en cuestionar el uso al mismo tiempo a-crítico y maquinal, tendencioso y reificado que, a mi manera de ver, nosotros los historiadores latinoamericanistas solemos hacer del adjetivo « colonial » para calificar y describir sin discriminación cualquier dato, cualquier fenómeno histórico ocurrido en América durante el período anterior a la independencia. Planteé el problema de la reificación del « concepto » (¿« colonia » es un concepto ? ¿« colonial », una categoría descriptiva, analítica, axiológica?) así como la necesidad de repensar los usos que los historiadores hacemos de él y las implicaciones reflexivas y no-reflexivas que tienen tales usos. Entre otras cosas, sugerí que quizá el apego a una historia basada en un enfoque sistemáticamente « colonialista », al reducir drásticamente la identidad iberoamericana a « lo colonial », tendía a aislar el conjunto de nuestra historiografía de otras que, dedicadas también a grandes conjuntos políticos y culturales, bien podrían proporcionarnos modelos de referencia e instrumentos de rigor y de heurística en cuanto a lo aparentemente singular de nuestro objeto de estudio. Tal es el caso del imperio otomano : a pesar de que es contemporáneo del imperio español, los latinoamericanistas lo ignoramos soberanamente a la hora de analizar un fenómeno tan relevante para nosotros como, por ejemplo, la creación de un conjunto político basado en sociedades sumamente heterogéneas, diseminadas a lo largo de territorios muy extensos, cuya convivencia conoció una duración plurisecular.