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La palabra matriarcado (del latín māter, «madre» y del griego archein, «gobernar») refiere a un tipo de sociedad en la cual las mujeres tienen un rol central de liderazgo político, autoridad moral, control de la propiedad y de la custodia de sus hijos.
En general, se entiende por matriarcado a las sociedades donde un grupo de mujeres tiene en sus manos el poder político, económico o religioso. La existencia de comunidades de este tipo a lo largo de la historia de la humanidad ha sido, y sigue siendo, un asunto muy controvertido. El consenso aún está lejos de alcanzarse, y los debates sobre este amplio y complejo tema se mantienen acalorados.
La mayor parte de los especialistas alega que no existe ninguna evidencia arqueológica ni etnográfica que permita afirmar que las mujeres dominaran y explotaran a los hombres en alguna sociedad del pasado. El que se hayan descrito religiones donde aparecen diosas, insiste la mayor parte de los especialistas, no evidencia automáticamente una dominancia femenina.
De hecho, las múltiples investigaciones emprendidas hasta ahora no han podido demostrar que en la historia de la humanidad hayan existido sociedades matriarcales como si fueran una imagen de contrapunto a las patriarcales. Recordemos que por patriarcado se entiende una forma de organización social en la que los hombres ejercen la autoridad en todos los ámbitos; dominan a las mujeres y se aseguran la transmisión del poder y la herencia por línea masculina. Se conocen numerosas sociedades patriarcales, tanto actuales como del pasado, aunque el grado de desigualdades entre los sexos es muy variable.
Carmen Olària
Carmen Olària (Fotografía UJI, 2003)
La profesora de Arqueología y Prehistoria de la Universidad Jaume I de Castellón, Carmen Olària, ha señalado que la organización social que podemos atribuir a las primeras comunidades humanas paleolíticas es la de tribu o clan. Se trataría de sociedades tejidas con un sistema igualitario en las que es muy probable que las relaciones sexuales se mantuvieran comunalmente. Los lazos de parentesco serían entonces exclusivamente matrilineales, ya que sólo la mujer podía reconocer a su propia progenie. Este hecho lleva a creer como más plausible la existencia de un matrilineado en vez de un matriarcado durante el Paleolítico. Por su parte, la arqueóloga Encarna Salahuja sugiere que las sociedades no patriarcales, de las que sí hay evidencias, no deberían denominarse matriarcado, sino sociedades matristas o sociedades con autoridad femenina.
En suma, actualmente un colectivo apreciable de expertos considera que la palabra matriarcado sólo podría usarse con propiedad para definir una comunidad en la que las mujeres dominen y exploten a los hombres, pero no cuando pueden compartir con ellos el poder. Y no existen evidencias sólidas sobre una sociedad en la que una jerarquía femenina controle todos los aspectos de las vidas y actividades de los hombres. Por esta razón, el término matriarcado como descripción de las culturas prehistóricas es mayoritariamente rechazado.
Sin pretender profundizar demasiado en esta controvertida cuestión, hay que anotar que el estudio pionero sobre sociedades del pasado dominadas por mujeres se debe al antropólogo Johann J. Bachofen (1815-1887). En 1861, este autor publicó un libro titulado El derecho materno (Das Mutterrecht), que tuvo un notable impacto en el pensamiento de su tiempo. Inspirado en los mitos griegos, Bachofen creía que la cultura europea temprana había pasado por tres estados básicos sucesivos. En el primero, caracterizado por la barbarie, ningún sexo controlaba nada porque el control no existía. En el segundo estado, la autoridad, tanto en la familia como en la tribu, estaba en manos de las mujeres y reinaba la promiscuidad sexual; debido a la dificultad para establecer con certeza la paternidad, la filiación sólo se realizaba por línea femenina. El tercer y último estado surgió más tarde, cuando estas ginecocracias fueron reemplazadas o convertidas en patriarcados y la humanidad alcanzó un alto grado de organización.