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Respuesta:
Ecuador ha sido en varias etapas de su historia reciente el primer
productor de banano en el mundo. Por ello, muchos en Europa y Norteamérica
identifican el nombre de nuestro país con el banano. Pero el Ecuador no es,
ciertamente, una “banana republic”, como con desprecio e ignorancia ciertos
políticos norteamericanos solían calificar a los países cuyo pequeño tamaño,
reducida población e inestable vida política les impulsaba a pensar que eran
también simples o primitivos.
Nuestro país es pequeño, sobre todo si lo comparamos en el ámbito de
América del Sur, donde hay repúblicas de grandes dimensiones, aún
comparadas a escala mundial. Pero el Ecuador no es simple, no es sencillo. Es
una entidad social y política compleja. En muchos sentidos, lo es mucho más
que la mayoría de los países del mundo, algunos de ellos bastante más grandes
y poblados.
Ningún país es simple, pero el nuestro es aún más complicado de lo que
nosotros mismos estamos dispuestos a admitir. Por ello, al tratar de entender el
Ecuador no podemos caer en la tentación de repetir estereotipos o lugares
comunes. No podemos, por ejemplo, sostener que debemos pugnar por la
unidad étnica, eliminar a los indios y negros; “mejorar la raza”, como se dice
vulgarmente, para unificar al país. Tampoco es aceptable pensar que como los
indígenas son descendientes de los pobladores originales de estas tierras, solo a
ellos les pertenecen, y los blancos o mestizos tenemos que emigrar o vivir aquí
como extranjeros en nuestra propia tierra.
En otro orden de cosas, no parece correcto pensar que defender la unidad
nacional y combatir al regionalismo es suprimir la identidad y las demandas de
los pueblos costeños, o de vuelta, separar a la costa de la sierra en dos países
distintos. Tampoco es justo pensar que nuestras diferencias religiosas se
superarían a fuerza de imponer de nuevo al catolicismo como religión única.
Aunque nunca en el pasado nuestro país vivió aislado del resto del
mundo, hasta hace no mucho solíamos pensar que Ecuador era la última
esquina de la tierra y que la realidad externa lo influía poco o nada. Pero ahora
no solo sentimos que somos parte de una realidad cada vez más influida por un
mundo globalizado en acelerado cambio, sino que el creciente número de
ecuatorianos y ecuatorianas que dejan el país nos vuelve cada vez más
concientes de que la migración cambia al Ecuador, por dentro y por fuera, de
muchas maneras, profundizando los rasgos de su diversidad.
Para enfrentar nuestros problemas debemos aceptar nuestra diversidad
como pueblo. Y esta no es ciertamente una tarea fácil, sobre todo si tomamos en
cuenta que la heterogeneidad y las diversidades se dan en una realidad de
subdesarrollo y de pobreza. La gran mayoría de los ecuatorianos es pobre y casi
la mitad vive en situación de pobreza extrema o miseria. Aunque se han
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erradicado varias enfermedades, hay todavía otras que matan a una
escandalosa parte de nuestra población, especialmente a los niños. Y esto solo
añade una dimensión conflictiva y dolorosa a nuestra realidad como pueblo.
Si queremos entender al Ecuador y mantener su unidad no nos queda
otra alternativa que aceptar su diversidad, entenderla como un hecho que es
parte de nuestra manera más profunda de ser; como una riqueza más que como
un obstáculo; como un desafío para el futuro mas que una carga heredada del
pasado.
Explicación: