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Explicación:
Una vez más, nuestro país, se enfrenta a una nueva campaña electoral, esta vez, para renovar concejales y alcaldes. Como siempre, las promesas se lanzan por doquier, encontrándose a la orden del día el ofrecimiento de las mismas cosas que ya se habían prometido en elecciones anteriores, pero que nunca se cumplieron. Un ritual demasiado repetitivo,algo así como encerrado en un círculo vicioso, al no lograr los respectivos procesos electorales transformarse en vehículos impulsores de los verdaderos cambios que necesita el país.
Ya antes del inicio oficial de la campaña, el tartufismo político empezó a enseñorearse en los partidos políticos y en los miles de ciudadanos aspirantes a concejales y alcaldes (más de seis mil). En su búsqueda afanada de votos, algunos se disfrazan como amigos del pueblo, otros aseguran ser independientes o autónomos; y no faltan aquellos que afirman estar “utilizando al sistema” para, desde adentro, dar la lucha por los cambios que se necesitan. Dentro de esta gran fauna, pese a sus supuestas diferencias, coinciden en un punto común: juran y rejuran un gran amor a su ciudad y su gente, aunque algunos nunca vivieron en la comunidad que aspiran a representar.
Besitos OvO
Respuesta:
En el país, a pesar de que hubo un gobierno militar de facto de 1953 a 1957, este se dio por un acuerdo entre los gendarmes políticos de los dos partidos tradicionales ante la violencia y los atropellos que se gestaban desde un gobierno impopular y extremista como lo era el del conservador Laureano Gómez, elegido en las elecciones de 1950 sin haber tenido oposición porque el partido liberal no presentó candidato oficial ante la falta de garantías. En 1948 había sido asesinado su principal candidato para esas elecciones, Jorge Eliécer Gaitán. Cuando Gustavo Rojas Pinilla quiso extender su mandato (el militar que reemplazó al gobierno de Gómez para ese momento en manos de su designado Roberto Urdaneta), los mismos gendarmes que lo habían puesto allí no tuvieron reparo alguno para pedirle a una junta militar que asumiera el mando mientras se convocaban las primeras elecciones de lo que se conoció como El Frente Nacional. Este fue un acuerdo que se hizo de espaldas al pueblo de manera soterrada entre los líderes del partido liberal y el partido conservador en las ciudades de Sitges y Benidorm en España, en el cual se repartían el poder quirúrgicamente durante los siguientes 16 años (desde 1958 hasta 1974) alternándose la Presidencia de la República por períodos de cuatro años, como estaba ya establecido en la Constitución Nacional de 1886.
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En este contexto surgieron los grupos guerrilleros en la década de los 60s. Algunos perduraron al menos tres décadas, como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) de corte prosoviético, el Ejército Popular de Liberación (EPL), orientado hacia el maoísmo chino, y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), inspirado en el movimiento revolucionario cubano que se hizo al poder de la isla en enero de 1959. Inicialmente, estos grupos guerrilleros surgieron como autodefensas campesinas, organizados ante los embates de las fuerzas militares que tenían la obligación de sofocar cualquier brote revolucionario por la vía de la fuerza siguiendo las órdenes de los que habían pactado el Frente Nacional, dentro de un proceso de pacificación a las malas que se gestó en dichos diálogos.
Hoy en día, muchos en Colombia desconocen esta parte de la historia, atribuyéndole a las guerrillas en su origen la misma línea de acción de su ocaso: grupúsculos de delincuentes en el ámbito local confederados en movimientos guerrilleros de cobertura nacional, cuyo único fin es el de atacar la vida, honra y bienes de la “gente de bien” del país, justificados por un resentimiento criminal e insano al que le han dado un trasfondo político y un discurso ideológico. No, los historiadores serios dirán que las guerrillas colombianos surgieron dentro de un contexto hostil y violento en contra de los movimientos campesinos, obreros y populares y que muchos de ellos encontraron en las armas su única manera de organizarse y sobrevivir. Sobre esta época la literatura es rica, amplia y variada. Cada uno podrá formar su propio criterio al respecto si lee más allá de la basura que se difunde calculadamente en las redes sociales.
Fue tan descarado el poder omnímodo del Frente Nacional que cuando el conservador Misael Pastrana Borrero perdió las elecciones en 1970, el gobierno de su antecesor liberal, Carlos Lleras Restrepo, no tuvo reparo alguno en robarle esas elecciones al “exdictador” Gustavo Rojas Pinilla quien se había lanzado por un movimiento emergente llamado la Alianza Nacional Popular (ANAPO) alterando el resultado final de las elecciones con maniobras fraudulentas en la Registraduría Nacional del Estado Civil. Esta maniobra la confesó en el ocaso de su vida Carlos Augusto “el tigrillo” Noriega, Ministro de Gobierno de Lleras para el momento. De esta maniobra fraudulenta surgió el grupo guerrillero M-19, de carácter menos radical en cuanto a lo político y de accionar más urbano, porque la trampa se concretó en las elecciones del 19 de abril de 1970.
Los sectores radicales que hoy rodean a Iván Duque son los mismos sectores que firmaron el Frente Nacional a finales de la década de los 50s. Solo basta ver en la foto de la segunda vuelta a Gaviria, Pastrana, Vargas Lleras y Uribe en lo político, Sarmiento Angulo, Santodomingo, Ardila Lulle en lo económico, a José Felix Lafourie en lo agrario y Vivian Morales y Alejandro Ordoñez en lo religioso, para comprender quiénes son los dinosaurios plutócratas, feudales y trogloditas que sostienen los pilares de un establecimiento exclusivo y excluyente. Ese que se niega a ceder el poder y que va a utilizar todos los medios que tiene a su alcance para reprimir la protesta social y aniquilar la disidencia ideológica a como dé lugar.
Explicación: