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ACE mucho tiempo que las tecnologías entraron de lleno en la vida de las personas para mejorar el bienestar social en su conjunto, desde luego esto ha sido así desde el mismo momento en que el hombre fabrico y usó sus primeras herramientas primitivas. De hecho, la tecnología siempre la hemos asociado al progreso humano, y si algo nos diferencia del resto de animales aparte del pensamiento, es que somos también seres que fabrican e inventan, somos 'homo faber'. Esta evolución tecnológica humana iniciada en el Neolítico dio su mayor salto con La Revolución Industrial inglesa de finales del XIX iniciando la edad contemporánea de la modernidad. En todo este periodo moderno la civilización ha asistido a un crecimiento exponencial de la tecnología disponible en todos los órdenes que rigen a las comunidades, desde la propia economía hasta la forma de relacionarnos los unos con los otros. La gráfica estadística de la invención y uso de las tecnologías siempre fue ascendente. Tanto ha sido así, que pocos a lo largo de la historia se han atrevido a criticar o dudar de los beneficios reales que la tecnología ha logrado en todos los campos en ayuda de las deficiencias humanas y la comodidad doméstica. Sin embargo, últimamente surgen voces desde muchos lados del planeta que cuestionan abiertamente la carrera cibernética que se ha iniciado desde los polos tecnológicos del mundo, sobre todo en los montes californianos de Silicon Valley, donde la tecnología comunicacional aspira a cambiar hasta la esencia misma de nuestro ser.
Con Internet y sus hermanas las redes sociales el enfoque tecnológico se ha centrado en las propias personas, con lo que las aplicaciones cibernéticas han sido concentradas en los dispositivos móviles inteligentes que todos hoy llevamos encima, y con los cuales interaccionamos más que con nuestros semejantes. Esta situación de hiperconectividad con los terminales tecnológicos soporta la curiosa paradoja de crear comunidades globales conectadas 24 horas en red, pero que paralelamente genera contextos humanos de extrema soledad, tal y como denuncian muchos expertos en la materia. Por tanto, esta evolución digital en marcha es la protagonista de otro gran salto de los humanos hacia lo incógnito que no ha hecho más que comenzar, y del que no sabemos cuándo terminará ni en qué condiciones nos dejará como individuos y como sociedad. Por lo cual, no está de más abrir el debate pertinente.
Desde luego, lo que sí es cierto es que existe en la sociedad un discurso tecnológico sobredimensionado, apuntalado tenazmente por los sectores de la economía y la política y difundido hasta la saciedad por los medios de comunicación y formación. Algunos autores críticos tildan esta circunstancia de discurso tecnológico totalitario, de fenómeno invasivo y alienante que terminará más pronto que tarde por crear más problemas de los que soluciona tanto a nivel individual como social. Y es una tesis sobre la que todos deberíamos de reflexionar, porque el armazón axiológico y ético en el que se apoya la sociedad occidental está siendo manipulado sino modificado por el ímpetu tecnológico sin el debido debate, sin la información suficiente y sin el consenso de todos los implicados y afectados.
El control digital, el big data, la corrupción y las estafas digitales, la guerra cibernética entre Estados y empresas multinacionales, el desempleo masivo que genera la tecnología y un montón de más zonas oscuras del universo tecnológico, pululan por una sociedad alegremente tecnófila que delega todos los asuntos a la 'diosa tecnología' sin reparar en las consecuencias a largo plazo o los daños colaterales más inmediatos. Vamos tan acelerados y miopes en esta carrera cibernética que ni siquiera advertimos que estamos poniendo, como se dice vulgarmente, «todos los huevos en la misma cesta» sin atender la imprevisibilidad en la que descansa nuestro mundo. Estas zonas oscuras de la técnica avanzada se hacen cada día más visibles tanto en cantidad como en calidad de refinamiento y aún no sabemos su potencial de destrucción y de desorganización social en nuestros entornos. Sin más preámbulos, es la hora indicada de ser cautos, de que gobiernos y sociedad analicen conjuntamente los retos del futuro y de exponer de manera independiente y honesta los límites del poder tecnológico. Hace unas semanas el eminente y conocido físico Stephen Hawking expresaba su preocupación respecto al tema.
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Evolución de la tecnología
Profesora, compañeros tengan ustedes un muy día. La tecnología es una de las cosas más importantes en la vida del ser humano. El término de tecnología es el conjunto de conocimientos técnicos, ordenados científicamente, que permiten diseñar y crear bienes y servicios que facilitan la adaptación del medio ambiente y satisfacer tanto las necesidades esenciales como los deseos de la humanidad.
Como podemos ver son varias las ventajas que nos brinda la tecnología pero como todo también tiene su lado obscuro, que en este caso serian las desventajas. Una desventaja en cuanto a sociedad y cultura; es que cada vez estamos más desconectados de la realidad, gracias al hecho de que todos estamos en modo automático por decirlo de alguna forma, aparte de que todo el tiempo tenemos internet y es así como mantenemos contacto con nuestros familiares y amigos cercanos. Socializar de forma natural hoy en día es mucho menos común que hace 10 años. Pero hay que analizar hasta qué grado dejamos de convivir con los demás que dejamos de notar su ausencia. También está la comodidad que generan los avances tecnológicos, ya que ahora en vez de ir a comprar el diario, uno simplemente lo ve en línea, y esto deja más propenso a los jóvenes a ser obesos, por la falta de ejercicio físico, otra desventaja es el uso indebido de las redes sociales e inseguridad de nuestra información en ellas donde los hackers hacen de las suyas cuando quieren.
ACE mucho tiempo que las tecnologías entraron de lleno en la vida de las personas para mejorar el bienestar social en su conjunto, desde luego esto ha sido así desde el mismo momento en que el hombre fabrico y usó sus primeras herramientas primitivas. De hecho, la tecnología siempre la hemos asociado al progreso humano, y si algo nos diferencia del resto de animales aparte del pensamiento, es que somos también seres que fabrican e inventan, somos 'homo faber'. Esta evolución tecnológica humana iniciada en el Neolítico dio su mayor salto con La Revolución Industrial inglesa de finales del XIX iniciando la edad contemporánea de la modernidad. En todo este periodo moderno la civilización ha asistido a un crecimiento exponencial de la tecnología disponible en todos los órdenes que rigen a las comunidades, desde la propia economía hasta la forma de relacionarnos los unos con los otros. La gráfica estadística de la invención y uso de las tecnologías siempre fue ascendente. Tanto ha sido así, que pocos a lo largo de la historia se han atrevido a criticar o dudar de los beneficios reales que la tecnología ha logrado en todos los campos en ayuda de las deficiencias humanas y la comodidad doméstica. Sin embargo, últimamente surgen voces desde muchos lados del planeta que cuestionan abiertamente la carrera cibernética que se ha iniciado desde los polos tecnológicos del mundo, sobre todo en los montes californianos de Silicon Valley, donde la tecnología comunicacional aspira a cambiar hasta la esencia misma de nuestro ser.
Con Internet y sus hermanas las redes sociales el enfoque tecnológico se ha centrado en las propias personas, con lo que las aplicaciones cibernéticas han sido concentradas en los dispositivos móviles inteligentes que todos hoy llevamos encima, y con los cuales interaccionamos más que con nuestros semejantes. Esta situación de hiperconectividad con los terminales tecnológicos soporta la curiosa paradoja de crear comunidades globales conectadas 24 horas en red, pero que paralelamente genera contextos humanos de extrema soledad, tal y como denuncian muchos expertos en la materia. Por tanto, esta evolución digital en marcha es la protagonista de otro gran salto de los humanos hacia lo incógnito que no ha hecho más que comenzar, y del que no sabemos cuándo terminará ni en qué condiciones nos dejará como individuos y como sociedad. Por lo cual, no está de más abrir el debate pertinente.
Desde luego, lo que sí es cierto es que existe en la sociedad un discurso tecnológico sobredimensionado, apuntalado tenazmente por los sectores de la economía y la política y difundido hasta la saciedad por los medios de comunicación y formación. Algunos autores críticos tildan esta circunstancia de discurso tecnológico totalitario, de fenómeno invasivo y alienante que terminará más pronto que tarde por crear más problemas de los que soluciona tanto a nivel individual como social. Y es una tesis sobre la que todos deberíamos de reflexionar, porque el armazón axiológico y ético en el que se apoya la sociedad occidental está siendo manipulado sino modificado por el ímpetu tecnológico sin el debido debate, sin la información suficiente y sin el consenso de todos los implicados y afectados.
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