Respuestas
Felicidad compartida
Compartir la vida con alguien no tiene nada que ver con el mito del príncipe azul, sino con el cuento real de dos personas que, desde una situación de igualdad, suman sinergias y colaboración en la construcción de un proyecto compatible. La ecuación matemática de la felicidad se define por la suma de belleza vital.
Amar bien
En muchas historias, la clave no reside en amar más sino en amar mejor. Es decir, la vida en sí misma es una escuela de aprendizaje que produce un arraigo afectivo en el corazón. El objetivo del amor sano es aprender, de verdad, a ser uno mismo en el seno de esa historia, dejando que el otro también pueda proyectar su ser verdadero. Es decir, el amor hacia el otro nace de la disposición de respeto incondicional hacia uno mismo.
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Metas comunes
Más allá de las expectativas individuales de cada uno, el amor también late a partir de la consecución de metas deseadas por ambos. Metas que conectan con ese plan de acción de desarrollo vital que ambos personalizan a través de la integración de sus anhelos, sentimientos, estilo de vida y gratitud
Las amistades nos ayudan a disfrutar por completo a Dios
“… sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y alabando con nuestro corazón al Señor”.
Las cosas se disfrutan mejor en comunidad. Tu película favorita es buena cuando la ves sola, y es aún más buena cuando la ves con tus amistades. Una buena comida es agradable, pero es aún mas satisfactoria cuando la compartes con tus amistades. Estamos conectadas para compartir nuestras alegrías con los demás. Las mejores experiencias de la vida son esas a las que tratamos de arrastrar a nuestras amistades: “¡tienes que ver esta película!” “¡tienes que ir conmigo a este restaurante!”.
¡De todas las cosas que tenemos para disfrutar, Dios es la mayor! ¡Fuimos creadas para disfrutarlo a El y centrar nuestras vidas alrededor de El! Y disfrutamos a Dios de una manera mas plena con las demás personas. Los amigos nos ayudan a gozar de Dios al disfrutarlo a El junto con nosotras.
Vamos a no invertir este concepto al permitirle a Dios volverse nuestro medio para disfrutar mas a la gente, solo yendo hacia El a pedirle por mas personas (esposo, amigos, niños). El no es el medio, sino mas bien el final.
2. Las amistades exponen el pecado que nos mantiene lejos de Dios
“Fieles son las heridas del amigo, pero engañosos los besos del enemigo”. (Prov. 27:6)
“Hermanos, aun si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo en un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tu también seas tentado”. (Gal. 6:1)
El pecado nos engaña, oscurece nuestro entendimiento y nos hace tontos. Tanto así que podemos caminar en el pecado y convencernos de que Dios se complace con nosotros. Es por esto que necesitamos desesperadamente amistades que estén dispuestas a señalarnos nuestros pecados. Necesitamos amistades que nos ayuden a ver nuestros puntos ciegos. Necesitamos amistades que nos hablen la verdad en amor. (ver Efesios 4:15)
Las buenas amistades te dicen la verdad acerca de ti misma. Esas amistades son una gracia. Pero una gracia incómoda, de seguro. ¿A quien le gusta que le digan que está equivocado? ¿Quién disfruta ser atrapado en pecado? Nadie. Pero en esta tierra lucharemos con el pecado. Y si le damos la bienvenida a esa gracia incómoda, ésta nos llevará a libertad, a vivir una vida abundante y a un gozo mas profundo en Dios.
Esta es una función de la comunidad que pocas personas quieren tener. Nosotras preferimos tener amistades que siempre nos digan lo que queremos escuchar, que nos muestren la falsa gracia de excusar el pecado y nos den falsas esperanzas de que podemos crecer cerca de Dios sin arrepentimiento. Pero porque el pecado es un veneno para nuestra alma y un ladrón del gozo en Dios, ésta es una función de la comunidad de la que no podemos darnos el lujo de escapar.
3. Las amistades nos estimulan a obedecer a Dios
“Antes exhortaos los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: Hoy; no sea que alguno de vosotros sea endurecido por el engaño del pecado”. (Heb. 3:13)
“Y consideremos como estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras”. (Heb. 10:24)
Si bien es cierto que necesitamos amistades para ayudarnos a ver nuestra desobediencia, también es cierto que las necesitamos para estimularnos hacia la obediencia. Sin las porras de las amistades cristianos podemos volvernos vagas e inactivas, no sólo por hacer las cosas mal sino también por no hacer las cosas correctas.
Exhortar es dar a alguien una mayor visión de porque su obediencia tiene importancia en el Reino. Es la afirmación de que su obediencia honra a Dios y el empuje para seguir hacia delante. Independientemente de la forma que adopte, la exhortación motiva cualquiera a continuar corriendo la carrera específica marcada cada uno.