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Una república (del latín respublĭca,1 ‘cosa oficial’, ‘cosa pública’, ‘lo público’; y este de res, ‘cosa’, y pūblica, ‘pública’, viene de populus ,‘pueblo’)2 es una forma de estado cuya máxima autoridad no es un monarca y las demás autoridades ocupan el poder a través de una forma de gobierno como la aristocracia, la democracia, el parlamentarismo, la oligarquía, etc. En las repúblicas democráticas actuales la figura del jefe de Estado es representada por el presidente.
El término república fue acuñado por primera vez en el año 500 a.C. en Roma, pero con el tiempo el término ha sufrido varios cambios de significado. Inicialmente, el término latino res publica significaba la anterior "forma parcial de democracia" como se encuentra en Roma desde 500 a.C. hasta 27 a.C. En esta primera democracia parcial romana, el poder de la clase aristocrática o Patricios que tenía todos los escaños en el Senado romano fue controlado por la institución del consulado, cuyos dos cónsules / vice-gobernantes fueron elegidos anualmente por los ciudadanos libres o plebe de Roma. La antigua definición romana de la palabra difiere del uso moderno del término, donde no se considera que las posiciones de liderazgo se limiten a la "clase dominante".34
No debe confundirse a las repúblicas modernas con las antiguas repúblicas bajo un régimen de democracia directa (del griego δημοκρατία, dēmokratía, ‘poder del pueblo’; y este de δñμος, dḗmos, ‘pueblo’ y de κράτος, krátos, ‘poder’), pues aluden a principios distintos; la república moderna es el gobierno de la ley mientras que democracia directa significa el gobierno del pueblo. Las dos grandes diferencias entre una democracia directa y una república representativa son: primera, que en la segunda se delega la facultad de gobierno en un pequeño número de ciudadanos, elegidos por el resto; segunda, que la república representativa puede comprender un número más grande de ciudadanos y una mayor extensión de territorio.5
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Repensar el espacio político central del país, que es la tarea que los convergentes nos hemos propuesto estos meses, tiene que ver, sobre todo, con ofrecer el proyecto que la sociedad catalana necesita en estos momentos tan intensos y especiales que nos toca vivir. Se trata de identificar claramente cuáles son los retos que tenemos planteados como país y dar una respuesta fundamentada en los valores que compartimos la mayoría de los catalanes y que son esencialmente democráticos, igualitarios y meritocráticos. No es poco, pero apunto aquellos que creo son prioritarios: recoser el país, garantizar la prosperidad, combatir la corrupción, defender la autonomía de la sociedad civil y definirnos como nación de inmigrantes.
1- Recoser el país, después de una intensa crisis que ha hecho aumentar la pobreza y las desigualdades, se convierte, en cualquier caso, en prioritario. La desigualdad, como problema político, no es un tema exclusivamente catalán, pero en nuestro caso ha sido más intenso que en la mayoría de los estados europeos. La fractura social que incrementa la desigualdad pone en riesgo el "Catalan dream" -fundamentado en una alta movilidad social-, empobrece las clases medias, nos lleva a un país de "low cost" y debilita la democracia, facilitando el fortalecimiento de los reaccionarios de izquierdas y derechas. Dejar en manos de la izquierda reaccionaria la cuestión de las desigualdades se convierte en un error mayúsculo y no podemos hacer como la derecha neoliberal que considera que el problema no es tal. Ahora bien, a la hora de afrontar la lucha contra las desigualdades para recoser el país, necesariamente debemos asumir compromisos fuertes y arriesgados. Cuestiones como unos salarios justos y suficientes para los trabajadores
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