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Con la sonrisa inmensa del triunfador, me saludó hace algunas semanas mi amigo Juanjo, electricista municipal, en la administración de la Facultad, cuando acompañaba a su hija a matricularse en la Universidad de Murcia. Como tantos padres, a base de innumerables esfuerzos y desvelos, había llegado a la meta, confiando el tesoro más preciado de su casa, al rigor y las excelencias de la institución académica y científica de mayor prestigio de nuestra Región. Con esfuerzo y perseverancia en el aprendizaje de las materias programadas en cada Grado, los estudiantes consiguen un excelente nivel de formación, con habilidades y destrezas que les permitirán afrontar los retos propios de los nichos profesionales a los que van dirigidos. Pero cuando un estudiante pasa por la Universidad, adquiriendo esa formación de calidad que da respuesta a las necesidades de la sociedad, hay que preguntarse si la Universidad también ha pasado por el estudiante.
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