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Moisés fue un gran líder a quien la necesidad le hizo aprender la importancia de unirse con otras personas para poder lograr vencer los retos y alcanzar los propósitos de Dios para su pueblo.
En Éxodo 3 y 4 encontramos que al comienzo de su ministerio Moisés puso muchas excusas para no servir a Dios. Su primera excusa fue el que él no era nadie para ir a liberar a Israel y Dios le dijo que no estaría solo, que él iría con él. La primera alianza que necesitamos tener es con el Dios que nos llama sin el cual no somos nada y sin el que carecemos de poder.
Luego Moisés alegó ser un hombre falto de habilidad de palabras, un tartamudo. Pese a que Dios prometió darle palabras para hablar él seguía poniendo excusas. Ante esto Dios le proveyó de la ayuda de su hermano Aarón quien tenía facilidad para hablar.
El trabajo en equipo sería tal que en que Dios le daría palabras a Moisés y Moisés a Aarón y Dios les mostraría lo que tendrían que hacer. Cuando tenemos grandes tareas requerimos de la ayuda de otras personas que nos complementen y siempre de la ayuda del Señor.
Después de salir de Egipto y llevar a la gran multitud de Israel en medio del desierto Moisés se enfrentó al reto de enfrentarse al ataque de los amalecitas (Éxodo 17:8-16). Él siendo un anciano de 80 años no podía salir a la batalla así que recurrió a su ayudante, el joven Josué a quien encargó salir a luchar mientras él sostenía la vara de Dios desde la cumbre del collado. Aquí se unió la fuerza y la habilidad física- militar con el poder y la autoridad espiritual del varón de Dios.
La sinergia de la lucha se dio en el ámbito físico y en el espiritual. Cuando Moisés levantaba los brazos con la vara Israel vencía y cuando los bajaba, los amalecitas ganaban. Trabajar en unidad no implica hacer lo mismo todos sino contribuir con las habilidades a un objetivo común.
Pero Moisés no subió solo al monte sino que iba con su hermano Aarón y otro israelita llamado Hur. Cuando los brazos de Moisés se cansaron de sostener la vara, pues las horas pasaban, sus compañeros movieron una piedra para que se sentaran y cada uno de ellos sostuvo uno de sus brazos hasta obtener la victoria definitiva. En un equipo los que pelean directamente son importantes como los que están detrás sosteniendo el proceso. Un equipo verdadero no menosprecia a nadie, todos son útiles para lograr el objetivo.
Otro ejemplo de la importancia del trabajo en equipo lo encontramos en Éxodo 18 a través del consejo del suegro de Moisés. Jetro se hallaba de visita cuando vio que Moisés atendía al pueblo de Israel desde la mañana hasta la tarde lo cual le preocupó. Entonces le dijo que no estaba bien lo que hacía porque de este modo se cansaba él y cansaba al pueblo, y remató “Desfallecerás del todo, tú, y también este pueblo que está contigo; porque el trabajo es demasiado pesado para ti; no podrás hacerlo tú solo.” (Ex. 18:18).
Entonces le aconsejó primero enseñar al pueblo de Dios la ley del Señor y elegir de entre ellos a los más sabios y honestos que se encargaran de juzgar en los problemas que trajera la gente en jefes de millares, centenas y decenas. De este modo se aliviaría la carga y ellos podrían ir en paz. Moisés hizo caso y escogió a líderes que lo ayudasen, mientras que los casos más difíciles lo traerían ante él.
Lección: Cuando tenemos “misiones imposibles”, como las que Dios suele poner, requiere de que actuemos con sabiduría y que tengamos la confianza para delegar y buscar apoyo en creyentes sabios de buen testimonio. No podemos considerarnos llaneros solitarios o superman. Necesitamos debido a nuestras limitaciones en cuanto a habilidades, de edad, de tiempo y de fuerza de la ayuda de otros.
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