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En el futuro cercano yo veo un panorama muy complejo. Hay razones estructurales para ello. Si se mira el proceso colombiano en comparación con el de Irlanda, hay algunas semejanzas, aun cuando también obvias diferencias. Un rasgo similar, que es \ necesario tener en cuenta, es la lentitud en el cambio de dirección de los movimientos armados. Es muy lento el cambio de orientación del liderazgo guerrillero. Pasan ocho años o una década entre la primera decisión seminal que privilegia la vía política como fundamental a largo plazo y la decisión definitiva de abandonar los métodos violentos. Hay que considerar, además, que inmersos en un proceso de negociación, la estructura del i movimiento armado y su estabilidad resultan frágiles. Adicionalmente, se requiere de ejercicios sicológicos largos. No es fácil admitir que aquello por lo que se luchó estaba mal, que había sido una equivocación. Es importante dorar la píldora respecto a este cambio. Además, se generan tensiones dentro de la organización, entre los que han racionalizado el cambio de actitud y los [que no lo tienen previsto y se mantienen del lado guerrerista. Es un proceso delicado dentro del [movimiento y los líderes tienen que mantener su autoridad. Y dentro del movimiento tienen que mantenerse con bastante hermetismo y hacerse los caraduras.
En el caso colombiano existe un problema adicional, aun a sabiendas de que siempre hay golpes antes de las conversaciones que tratan de afectar la negociación, como es el caso de Mitú. Este problema tiene que ver con una correlación de fuerzas que no es muy propicia actualmente para hacer viable la negociación. Los casos de negociación exitosa parten de una correlación favorable, en el sentido de que ambas partes ven con claridad que no les conviene seguir en la lucha. Eso no se ve claro aquí, aunque no es fácil saber la situación real. Uno ve que el desarrollo de las negociaciones es realmente imprevisible y no se sabe cómo se puede presionar, pues no se conocen sus reglas. Las FARC, por ejemplo, tienen una gran oportunidad, pero a la vez un desafío, con el despeje. Todo el mundo va a estar mirando con mucho cuidado cómo manejan eso. Esto abre ciertas posibilidades, pero genera cierta responsabilidad y posiblemente ciertos compromisos. Para ellos es difícil manejar esta situación. Si tienen mucho éxito, eso es muy bueno, pero también es difícil saber manejar el éxito. Se pueden envalentonar y pensar en cosas más grandes. Pero el exceso de éxito puede enredar antes que favorecer, crea problemas nuevos. Sin querer entrar en la jerga de los especialistas para hablar de "guerra de movimientos" y "guerra de posiciones", es obvio que los éxitos de la guerrilla generan nuevos problemas; no puede ser sólo una cadena de éxitos.
Ante ésto uno tiene apenas intuiciones. Hablando con el jefe de la Cruz Roja Internacional en Colombia se le preguntó cuál era su intuición acerca de qué tanto estarían dispuestos a negociar los comandantes con los que tanto hablaban ellos. Respondió que sí podían estar dispuestos, pero que no tenían afán. Y entonces al razonar sobre el número de años, la respuesta es que nadie sabe, ni ellos mismos. Es evidente que en lo inmediato les interesa el despeje y tener más territorios, más posibilidades y, obviamente, el canje.