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El 24 de marzo de 1976 los integrantes de las Fuerzas Armadas en Argentina organizaron el sexto golpe de Estado en una época en que se sucedían otros de similares características en los países del Cono Sur (Paraguay, Brasil, Chile y Uruguay). En comparación, la última dictadura argentina (1976-1983) o proceso de Reorganización Nacional —PRN— fue la más cruenta de la región, porque dejó un saldo de alrededor de 30 mil personas desaparecidas y asesinadas. Las investigaciones sobre la política cultural se han concentrado mayoritariamente en estudiar las normas que se dictaron destinadas a censurar y prohibir obras y personas y plantearon que estas se habían recrudecido a partir de 1974. En este trabajo analizaremos otro aspecto de la política cultural, como es el contenido de las medidas que diseñaron los sucesivos encargados de la Secretaría de Estado de Cultura del Ministerio de Cultura y Educación de la Nación, y el estudio de las trayectorias de esos funcionarios, que fueron todos civiles: Francisco J. Macías (1976-1977); Raúl Alberto Casal (1977-1978); Raúl Crespo Montes (1978-1979) y Julio César Gancedo (1979-1983).
En primer lugar, observaremos que la Secretaría tuvo dificultades para funcionar debido al bajo presupuesto que recibió durante todo el período, a excepción del año 1978. Con motivo de la realización de la Copa Mundial de Fútbol, la Secretaría obtuvo una importante partida de dinero, con el que pudieron organizarse varias acciones que se articularon con campañas de difusión. Estas hicieron centro en la transmisión de una serie de valores y actitudes vinculadas a lo más ortodoxo de la religión católica, la promoción de un nacionalismo xenófobo y la idea de la Cultura alejada de cualquier referencia a la realidad contemporánea.
En segundo término, señalaremos que de todas las gestiones, sobresalió la de Julio César Gancedo, por ser la más estable de todas, con cuatro años de duración, frente a las tres que le precedieron. También argumentaremos que, a diferencia de los otros funcionarios, Gancedo permaneció al Frente de la Secretaría debido a que evitó hacer declaraciones públicas para reclamar un mayor presupuesto y sostuvo la idea de la "subsidiariedad del Estado" en materia cultural, que iba en línea con la política económica oficial. Asimismo, Gancedo fue una pieza clave para el Gobierno dictatorial frente a los organismos internacionales como la Organización de Estados Americanos —OEA— y la Unesco, con quienes se relacionaba. Además, al funcionario le tocó gestionar en un momento relativamente más distendido. Existe un consenso generalizado que a partir de 1980 disminuyó la presión de la censura y el control sobre editoriales, librerías, escritores y artistas en general.1
Por último, nos preguntaremos acerca de las rupturas y continuidades con el periodo anterior. Mencionaremos el conjunto de acciones que venía desplegándose, por lo menos desde los años de 1960, como las destinadas a reforzar la frontera, apoyar a las bibliotecas, difundir el teatro clásico y promocionar las artesanías. Durante la última dictadura, estas se continuaron pero con dos diferencias: por un lado, cobraron impulso de la mano de los planes y programas que, en esos años, se proponían desde la OEA y la Unesco; y, por otro lado, el bajo presupuesto impidió la ejecución de varias actividades, especialmente en las provincias.
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