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La inmigración al territorio actual de la Argentina comenzó hace varios milenios a. C., con la llegada de las culturas de origen asiático a América por Beringia. Según las teorías más aceptadas, fueron poblando lentamente el continente. A la llegada de los españoles, los habitantes del actual territorio argentino eran aproximadamente 300 000 personas,1pertenecientes a numerosas civilizaciones, culturas y tribus distintas. Luego de la conquista española, llegaron al territorio argentino inmigrantes de todas partes del planeta.
Sobre este sustrato, el territorio argentino ha experimentado distintas corrientes migratorias:
La colonización hispánica entre los siglos XVI y XVIII, mayoritariamente masculina,2 se asimiló en gran parte con los nativos en un proceso de mestizaje, aunque no todo el actual territorio fue efectivamente colonizado por los españoles. La región chaqueña argentina, la Patagonia oriental, la actual provincia de La Pampa, la zona sur de Córdoba y de la mayor parte de las actuales provincias de Buenos Aires, San Luis y Mendoza, se mantuvieron bajo dominio indígena —guaycurúes y wichís en la región chaqueña; huarpes en la cuyana y norte neuquino; ranqueles en el este del Cuyo y norte de la región pampeana; tehuelches y mapuches en las regiones pampeana y patagónica, y Selknam y yámanas en el archipiélago de Tierra del Fuego— que fueron mapuchizándose, primero al este de la cordillera de los Andes, mixogenizando a los pehuenches a mediados del siglo XVIII y continuando hacia 1830 con los aborígenes de las pampas y norte de la Patagonia, siendo conquistadas por el estado argentino, luego de su independencia.
La población negra, introducida de forma forzada desde el África subsahariana, llevada para trabajar como esclavos en la colonia entre los siglos XVII y XIX en gran número y principalmente de origen Bantú.
La inmigración mayormente europea y en menor medida del Oriente Medio, incluyendo considerables corrientes árabes y judías, producida entre finales del siglo XIX y la primera mitad del XX (particularmente italianos3 y españoles, en ese orden cuantitativo), fomentada por la constitución de 1853 que prohíbe establecer limitaciones para ingresar al país a los «extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias, e introducir y enseñar las ciencias y las artes» y ordena al Estado fomentar la inmigración «europea», aunque luego predominaron los inmigrantes mediterráneos, del este europeo y del Oriente Medio. A esto se suma el precepto alberdiano de «gobernar es poblar». Estas políticas estaban destinada a generar un tejido social rural y a finalizar la ocupación de los territorios pampeanos que hasta la segunda campaña militar de Julio Roca, denominada Conquista del Desierto, estaban bajo control de las parcialidades de mapuches y de pehuenches y ranqueles araucanizados, las que tenían un aporte genético europeo, fruto de la abundancia de cautivas consecuente a los malones de los mismos.4
La inmigración de países vecinos (Uruguay,5 Chile,6 Brasil7 Bolivia8 y Paraguay)9 más o menos continúa a lo largo de los siglos XIX, [,10 .11
A partir de las décadas de 1980 y 1990, los corrientes migratorias provienen especialmente de Chile, Paraguay, Bolivia,12Perú, Asia (en particular de Japón y Corea), y Europa oriental.
Durante el siglo XXI, se produce el retorno de una parte de los migrantes argentinos y sus descendientes desde Europa y Estados Unidos. Además, siguen llegando inmigrantes provenientes de Bolivia, Paraguay y Perú;13 y ahora también hay corrientes migratorias provenientes de China,14 Colombia,151617 Cuba,18 Venezuela,1920 Senegal,2122 Ecuador,1623 República Dominicana24 y Haití.
Al momento de organizarse constitucionalmente a mediados del siglo XIX, Argentina era un país escasamente poblado, con menor población que otros países sudamericanos como Bolivia, Chile y Perú. Mediante la política inmigratoria, Argentina pasó de tener una población de 1,1 millones de habitantes en 1850 (3,5% de América Latina), para alcanzar 11,8 millones de habitantes en 1930 (11,1% de América Latina).25 El primer censo nacional (en 1869) arrojó un total de 1 737 000 habitantes. Hacia 1960, el país tenía ya un poco más de 20 millones, es decir que en 90 años había multiplicado su población inicial por 10, mientras que en el mismo lapso, la población mundial se multiplicó por 5.26 Entre 1870 y 2000, el saldo migratorio del país (resultado neto de inmigración menos emigración) se estimaba en alrededor de 6,3 millones de personas.27
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