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Los bosques de coníferas son ecosistemas que se caracterizan por contar con un clima que va desde templado a frío, las abundantes precipitaciones, pero, sobre todo, por la predominancia de árboles de coníferas, con elevadas alturas (de hasta 100 metros). Entre ellos, se encuentran los pinos, con su enorme variedad de especies.
Además, en esta clase de bosques es muy común la presencia de cipreses, cedros, píceas y abetos. Y a esto se les suma los helechos y arbustos, que también son propios de este tipo de ecosistema. Ahora bien, los árboles de coníferas son aquellos que cuentan con semillas en forma de cono. Además, no tienen frutos, sino piñones.
Además, las hojas de estos árboles son perennes y se caracterizan por tener forma de aguja. Las cualidades propias de estas hojas les permite tener una duración de hasta siete años, motivo por el que la copa se va renovando en etapas, y no cada año, como ocurre con buena parte de las especies. Además, son hojas resistentes a las bajas temperaturas, propias de ciertos bosques en los que incluso nieva en cada invierno, además de haber precipitaciones.
Es que, la forma de aguja de las hojas hace que su superficie sea muy escasa. Esto hace que la nieve apenas se acumule, y sin quebrarlas. Sumado a esto, cuenta con una resina que impide la pérdida de agua. A esto se le debe agregar otra cualidad, propia de las hojas perennes, y es que las células que se encuentran en la parte externa funcionan como anticongelante, ideal para las bajas temperaturas.
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