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El espermatozoide es la célula sexual masculina, la más pequeña del cuerpo humano. Se forma de manera continuada y en grandes cantidades en los testículos, a partir de los 13 o 14 años. El espermatozoide está compuesto por una cabeza, que constituye propiamente la célula, y una cola como miembro locomotor que la impulsa. En la fecundación, el espermatozoide aporta los cromosomas que determinarán el sexo de la nueva célula resultante. Del estudio de los espermatozoides se ocupa una subespecialidad de la urología, «pero en realidad es el gran abandonado», señala Rafael Lafuente, biólogo responsable del Laboratorio de Andrología del Centro de Infertilidad y Reproducción Humana de Barcelona. En parejas con problemas para llegar a un embarazo, las pruebas al futuro padre se limitan normalmente al seminograma, un análisis básico del esperma que determina si el número, concentración y morfología de los espermatozoides se corresponde con los parámetros de normalidad que fija la OMS. Superar esos parámetros, sin embargo, «no garantiza la viabilidad de los espermatozoides. Para saber su potencial de fertilidad sería necesario un seminograma avanzado, además de una exploración física del paciente y el estudio de su historia clínica», añade Lafuente.
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